Chile fijó por Decreto Supremo de Educación N° 91 de 1999, el 17 de abril de cada año como Día del Patrimonio Cultural de Chile. En el año 2000 este decreto dio paso a otro, para establecer el último domingo del mes de mayo como fecha de la celebración, de acuerdo al D. E. N° 252 del 02 de mayo de 2000. Es esta norma la que ha establecido esta fecha tan especial que viene a relevar el patrimonio nacional.

El concepto de "patrimonio" es muy amplio, y va desde la simple definición de los bienes y derechos de una persona natural y jurídica que se pueden heredar, hasta conceptos más complejos, relacionados con la "herencia" cultural de los pueblos, y al hablar de esa herencia, se involucra todo, desde las costumbres y el lenguaje, hasta las manifestaciones físicas y testimoniales. En otras palabras, todo aquello que en este caso, nos define.

Aun así, la memoria es frágil y por eso, más allá de los festejos mismos por este día -que en rigor pone fin al Mes del Patrimonio- está la creación paulatina de una cultura del reconocimiento y el recuerdo a nuestro patrimonio, partiendo desde el patrimonio que está considerado dentro de los monumentos nacionales.

No han sido pocas las oportunidades en que las páginas de La Estrella han tenido que dar a conocer los atentados, el desconocimiento y el desprecio del que es víctima nuestro patrimonio, principalmente histórico y arquitectónico. Sin embargo, como se mencionó, el patrimonio va mucho más allá de lo físico. De hecho, este año la celebración se concentró en la memoria popular relacionada con el juego y el deporte como instancias de encuentro colectivas, parte de nuestra herencia cultural.

Hoy podemos decir que hay más conciencia respecto al patrimonio, a la herencia que se ha ido construyendo en nuestro país. Sin embargo, falta aún más. Probablemente no sea grato presentar y difundir monumentos nacionales descuidados, semiabandonados y víctimas de los rigores del tiempo. Realidades como ésta nos hacen pensar en lo necesario que se aborde la protección del patrimonio y que haya políticas nacionales más efectivas para la conservación de los monumentos nacionales.

Cursaba el 7° año básico en la Escuela D-10 de Arica, año 1977. Un año atrás, como del extranjero, mi familia había migrado desde la distante Curicó y recién nos adaptábamos a esta extraña ciudad, con gente de apellidos raros y costumbres diferentes.

Un sabio profesor, mi querido amigo y maestro Eduardo Cortez, tuvo la genial idea, como parte de su asignatura de Castellano, que ad portas de la conmemoración del Asalto y Toma del Morro de Arica, hiciéramos una composición libre sobre tal hecho histórico. El Profesor, nos daba la posibilidad que re-escribiéramos la historia a nuestro antojo; que echáramos a volar nuestra imaginación y capacidad creativa,... nos desafiaba a cambiar el pasado.

Los resultados fueron increíbles: tanques, aviones, cohetes, túneles secretos, tramas de espías, paracaidistas; recuerdo que escalé el Morro por el acantilado, con mi ejército de cosacos. Lo que más llamó mi atención, fue el relato de Glenda, una chica pantruquenta, super piola, que solía ocultarse bajo un amplio delantal a cuadrillé azul. Sabía cómo hablaba, cuando decía presente profesor. Escribió el cuento de dos ejércitos de hermosas flores que se multiplicaban cerro arriba, en una singular carrera por ocupar el mejor lugar de un bello jardín, en la cumbre de la roca desértica.

No recuerdo mucho más, en ese tiempo me pareció ridículo, sólo a una mina se le podía ocurrir algo así: comparar una batalla con flores, na´que ver, no sabe de historia.

Cada año en que la Patria nos llama a honrar a nuestros "valientes soldados" del 7 de Junio de 1880, recuerdo el utópico sueño de Glenda. Con el tiempo comprendí su gran mensaje. Mi respeto y admiración querida Glenda, donde estés; no necesitabas hablar mucho para decirlo todo. Gracias Eduardo por ser un Profesor de verdad, que se atrevió a innovar y educir lo mejor de sus alumnos, para que gozaran la libertad de tener opinión propia, sin uniformes.

A igual que el cosmético Cosmos de allá arriba; el Mundo de acá significa bello, lo hermoso, lo opuesto de inmundo. Cómo podríamos pensar que una flor no puede adornar este desértico jardín.