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Elecciones: Edad Media

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Los períodos pre-eleccionarios son espacios temporales notables, donde los potenciales electores tenemos la posibilidad de observar con un poco más de nitidez la madera moral de la que están hechos nuestros líderes políticos. Ya que en esta fase del ascenso al poder, a los aspirantes les resulta difícil mantener durante un régimen de 24x7 una imagen y discurso impostado que no refleje gran parte de su esencia multidimensional que acarrea cualquier persona que deambule por este planeta. Así, de manera inconsciente y a ratos, es posible descubrir trazos de las personalidades y creencias genuinas de los distintos candidatos que se someten al escrutinio público implacable en tiempos de internet y redes sociales. En el mundo virtual de hoy siempre se terminan encontrando las hilachas. Así, en este período todos los candidatos tratan de marcar diferencias frente a su oponente. Me imagino lo difícil de este desafío cuando a ojos de un electorado cataléptico, como el chilensis, no es posible reconocerlas.

A ratos pienso que la oferta política en el Chile actual debe ser similar a la oferta religiosa que existía en la Europa de la Edad Media. Donde dominaba básicamente una única religión que interpretaba y hacía obedecer los deseos de un Dios omnipresente y omnipotente sobre una plebe mayoritariamente ignorante y temerosa de los castigos infernales en caso de desobediencia. En ese contexto, surgían innumerables órdenes religiosas que interpretaban con matices la Palabra de Dios, lo que redundaba en feligresías variopintas. A los herejes se les quemaba. Así, en el Chile pre-eleccionario de hoy domina sin contrapeso la religión de mercado donde su Dios, el dinero, define los destinos de una plebe que no entiende lo que lee y peca de desidia compulsiva. En este Chile post-moderno-medieval han detentado el poder distintas órdenes religiosas partidistas que interpretan los designios del Dios dinero con algunos matices, pero siempre adscribiendo a la religión imperante. A ojos del potencial elector, cuesta diferenciar entre los grupos ortodoxos y los más chascones. Les ocurre lo mismo a sus abanderados cuando tratan de explicar historias recientes o pasadas del comportamiento personal o de correligionarios que los apoyan (entiéndase: patrimonios no declarados en islas vírgenes, inversiones poco éticas en empresas diversas, privatizaciones de recursos naturales o administraciones desastrosas de Universidades llevadas hasta la quiebra, todas acciones ejecutadas dentro de la legalidad imperante. Curiosamente ambos grupos, coinciden en pregonar las amenazas del infierno si es que a los incautos electores se nos cruza la peregrina idea de un eventual voto en favor de herejes recién aparecidos y aficionados en el arte de representar al dios dinero sobre esta larga y angosta faja de tierra.

Difícil tarea tendremos los electores en diciembre: ¿elegir a un diablo conocido o a otro por conocer?. La única certeza de todo esto es que Dios no proveerá. Todo dependerá y será responsabilidad de nosotros.

Marcelo Saavedra Pérez