Masculino, femenino: "Una mujer fantástica"
Antes que en otras partes del mundo aterriza en las salas nacionales "Una mujer fantástica", el quinto largometraje del cineasta chileno Sebastián Lelio, que llega avalado de un brillante triunfo en la Berlinale.
"Una mujer fantástica" abre con imágenes de las cataratas de Iguazú y la conmovedora música del inglés Matthew Herbert. Por el tono tenue de los colores, y la naturaleza del recurso, la escena podría pertenecer fácilmente a una película europea de los años 70, pero se trata de la introducción del quinto largometraje de Sebastián Lelio ("La sagrada familia", "Navidad", "El año del tigre", "Gloria"), cineasta que ha acentuado el lirismo de sus apuestas cinematográficas.
Esas cataratas son también una quimera, el destino que eligen los amantes para extender un idilio condenado por la sociedad santiaguina. Nunca llegan a viajar. Él (Francisco Reyes) es un empresario que alguna vez formó una familia; ella (Daniela Vega), una joven transexual que no busca más que la aceptación. No hay duda de que entre ellos el sentimiento fluye. Hasta que el horror se manifiesta: él sufre un ataque, ella debe llevarlo al hospital donde finalmente morirá.
Más que en sus películas anteriores, Lelio le da significado a los espacios. La escena en que ella sale del hospital, evitando toparse con los familiares de su amado, es de una desolación tremenda, una aridez que se ve potenciada con la imagen de su cuerpo deambulando por un espacio vacío.
Luego vienen las asperezas: las sesgadas sospechas de la policía, la prepotencia de los familiares del muerto (ex mujer, hijo, hermano), los prejuicios, la lucha de clases. Si "Una mujer fantástica" tiene algo de chilenidad es por razones preocupantes, por acoger esa violencia social que ha marcado transversalmente a nuestro cine.
Pero, como en "Gloria", el cineasta no busca la crueldad, sino que lo contrario. Toma partido en las batallas, se pone del lado de sus musas. En este caso, de una mujer herida que irá curando sus heridas en el camino hacia la luz. "Una mujer fantástica" tiene esa cuota de redención, como una fábula de sanación en medio de una ciudad que Lelio presenta como un espacio frío, pero también cautivador. Es Santiago con sus luces, sus parajes subterráneos, sus mundos escondidos, sus divisiones. Un infierno en el que también puede residir un paraíso oculto.
Si hay un elemento común dentro de la filmografía del director es la espiritualidad subyugada, la posibilidad de la salvación o la condena. Un contraste que habitualmente ha encarnado Sergio Hernández, quien aquí comparte créditos con una lista inmejorable de secundarios: Amparo Noguera, Luis Gnecco, Alejandro Goic, Néstor Cantillana, Nicolás Saavedra y Antonia Zegers, entre otros.
A Sebastián Lelio le salen bien las radiografías de femineidad. Y ha depurado su cine al punto de transformarlo en una experiencia de emociones y sensaciones; una suma de imágenes, atmósferas, sonidos (la banda sonora incluye desde The Alan Parsons Project hasta Aretha Franklin) y, al final del camino, un cierre que funciona como luz redentora.