Apesar que nuestro planeta está cubierto en más de un 70% de agua, menos del 3% sirve para el consumo humano, es decir, es potable. Es por eso que tomar conciencia respecto al significado que tiene el agua y el acceso a ella, es una cuestión de interés global.

Ayer en el planeta se celebró el Día Mundial del Agua, una fecha que para nuestro país y en especial, para nuestro norte tiene un significado especial. De alguna manera, el poder contar con este recurso en el desierto más árido del mundo, no es una cuestión azarosa o ligera. Pero tampoco lo es el destino y el tratamiento que se le da al elemento.

El Día Mundial del Agua fue adoptado por la Organización de Naciones Unidas (ONU) para promover cada 22 de marzo, la importancia que este recurso tiene para la humanidad. Este año, se hizo especial hincapié en el desafío de reutilizar el agua.

Alrededor de mil 800 millones de personas alrededor del mundo usan una fuente de agua contaminada por material fecal, con el riesgo de contraer enfermedades entéricas.

De acuerdo a la ONU, el agua no potable, y unas pobres infraestructuras sanitarias, así como la falta de higiene, causa alrededor de 842 mil muertes al año.

Todo esto, porque más del 80% de las aguas residuales que generamos vuelve a los ecosistemas sin ser tratada ni reciclada. Entonces, la tarea es ver cómo ese volumen se puede recuperar para darle un uso que vaya en beneficio de la humanidad y en especial, de quienes se encuentran en situación de pobreza.

Es vital en estos tiempos que hoy, tanto a nivel público como privado se redoblen los esfuerzos para poder aprovechar las aguas residuales y así, optimizar el uso y el consumo de este recurso. Por qué no pensar, por ejemplo, cómo los nuevos proyectos inmobiliarios y las obras en general, cuenten con iniciativas o sistemas que incluyan la recuperación de aguas grises, por ejemplo.

En nuestra zona, la sola producción de agua potable ya establece un gran desafío. Ahora, la disposición del agua que utilizamos, es una nueva tarea que debemos tomar en cuenta para el desarrollo y el bienestar de todos.

Hace unos días se dio a conocer un estudio de la fundación San Carlos de Maipo que señalaba que la mitad de los presos adultos pasó su infancia o adolescencia en un centro del Sename. No pasó de ser una noticia más, con algunas entrevistas a expertos y sacerdotes dedicados al tema, y la misma conclusión lapidaria de siempre: un total abandono del Estado de Chile a los niños en situación de vulnerabilidad. ¿Acciones? Ninguna. ¿Políticas de Estado? Ninguna. ¿Se ve alguna luz al final del túnel? No.

Se ha repetido hasta el cansancio que la delincuencia debe ser atacada desde sus bases, las causas. Que toda la inversión en policías, persecución penal, cárceles, es estéril sin ese esfuerzo. Lamentablemente, como esto implica una toma de conciencia y un compromiso a nivel de Estado, y no redita políticamente en la mente de los electores, como sí lo hace la promesa de mano dura, leyes más estrictas, tolerancia cero, etc., nada se hace al respecto.

La situación es caótica. Desde su niñez los más desposeídos son abandonados por un Estado negligente. No hay oferta programática, fondos ni voluntad para los menores. No hay protección ni resocialización sino todo lo contrario, se produce un empeoramiento de las condiciones deprivadas en que los menores ingresan a los hogares y residencias en que supuestamente debieran ser cuidados y tratados. Quienes ingresan por medidas de protección conviven con quienes ingresan por delitos. Más del 50% de los que ingresan por responsabilidad penal juvenil reincide antes de 24 meses. Y casi la mitad del total de presos adultos actuales viene de ahí. De un sistema inhumano para caer a otro, que es el carcelario, donde sus posibilidades de resocialización son casi inexistentes y prácticamente se asegura su ingreso a un círculo vicioso de vida delincuencial de la que nunca saldrán.

¿Suena alarmista? Nos quedamos cortos por temas de espacio. Urge una solución al tema, y no sólo por seguridad ciudadana. Por simple humanidad.