Hilo, agujas y el poder de bordar la historia Sandra Marín bordó un libro en vez de escribirlo
-¿Cómo llegaste al bordado?
-Anteriormente había hecho bordados a mano y me sugirieron que probara bordar la historia. Poder bordar el dibujo. Cuando el dibujo está bordado, vive, se ríe, uno lo toca, sucede algo muy especial, uno entra en lo que está pasando. Entonces hice pruebas con los bordadores de Patronato, los que hacen bordados de jockeys y logos, y les pregunté si podían hacer los dibujos. Al final siempre hay una persona que engancha, me dijo bueno y probó bordar sobre papel. Luego probamos sobre lona y ahí empezó a formarse esto.
-¿Qué despierta en ti la figura del que borda?
-Es maravilloso el tiempo que abre el bordar; sentarse, concentrarse y estar ciento por ciento en esa labor.
El tacto de la manualidad genera una concentración muy personal y rica. Pero también somos contemporáneos, así que usé las tecnologías de estos tiempos y generé una matriz para industrializar el proceso.
Eso también fue hermoso, porque es la intención que tiene lo que valida las cosas. Creo que en este caso no fue necesario estar cinco años bordando el libro para que ahora exista y podamos contemplarlo.
-¿Cómo partió el libro y por qué "infinit" y no "Infinito"?
-El libro lo hice con la voluntad, se lo presenté al maestro Ching, a quien valoro mucho, y cuando lo vio dijo: "¡Mujer, pero esto es un libro otomano!", y me fui a investigar. Los libros otomanos no eran bordados, pero encontré una raíz en el Tapiz de Bayeux del siglo XI. Es una batalla bordada a mano, de 70 metros de largo por medio metro de ancho. ¿Por qué "Infinit"? Mi tío Hugo Marín, escultor y pintor, me hizo notar que si hubiese sido "infinito", se hubiera acabado. El "infinit" siempre volvía a darse la vuelta.