"El precio de la historia" tiene su propio símil ariqueño
Como en el programa de TV cable, un padre y su hijo se dedican a buscar, vender y comprar objetos antigüos. Igual tienen antigüedades que no sueltan por nada.
Desde que tiene uso de razón, Cristian Rackwitz asegura que ha estado vinculado con el negocio de las antigüedades. Una pasión que le traspasó su padre Bernardo Rackwitz, quien desde que llegó a Arica desde Talca hace más de 40 años, se dedica a la compra, venta e intercambio de estos artículos.
Actualmente los dos mantienen este negocio. Cristian explica que cuando él era pequeño y su padre era el encargado de encontrar estos artículos "con historia", su papá personalmente iba en la búsqueda en las pampas o las salitreras para hallar estos tesoros.
Hoy en día este mercado se potenció con el internet, en el que han podido extender más las redes de anticuarios, "hasta mis sobrinos se meten en el internet y nos ayudan a encontrar objetos", señala.
En la actualidad, la mayoría de las personas persisten en desechar lo que no funciona o pasa de moda; mantenerse en el campo de las antigüedades es un desafío, sin embargo, "hay que tomar en cuenta que esto no son sólo unos objetos. Esto hace que las personas sobretodo los de avanzada edad, revivan sus tiempo de infancia y juventud. Por ejemplo, ayer una señora se llevó una botella en que se guardaba la parafina y le comentaba a una amiga que la acompañaba que una de esas era la que usaba su mamá para prender la cocina", muy utilizadas por allá en las décadas del 50 y 60, indica Cristian.
Artículos con historia
El anticuario al mismo tiempo explica que esto es lo que hace apasionante este negocio, entender que todos estos artículos tienen una historia y un significado para muchas personas. Por otra parte, para darle continuidad a este negocio, es necesario "estar vigente, que los coleccionistas sepan que uno siempre está comprando o intercambiando antigüedades. Además, hay que conocer los gustos de los clientes, qué es lo que están buscando, así cuando uno encuentra ese artículo en específico ya sabe a qué cliente le puede interesar", apunta Rackwitz. Asimismo, es necesario como anticuario "no enamorarse de los objetos", aconseja, pues hay que tratar de venderlos o intercambiarlos; sin embargo, uno de los artículos que encontró hace 20 años todavía lo mantiene como un símbolo de buena suerte, es un Pinocho de madera "que encontré como algo único, la expongo como un amuleto, pero no lo vendo".
Entre las antigüedades que tenía a la venta ayer en la Feria Internacional de Arica, estaba una maleta usada en la década de los 50 y encontrada en una salitrera; tenía un sello que colocaban cuando el pasajero realizaba un viaje en avión y pasaba por Ecuador "esto indicaba que había pasado por la mitad del mundo, y debió ser de alguien que tenía una buena posición económica pues en esos tiempos viajar en avión no era barato". Recuerda además una venta que hizo su padre de una máquina registradora "usada entre los años 1920 a 1940. Estas son las más difíciles de conseguir y las más valiosa"; la misma la vendió en un millón de pesos, dijo Rackwitz.
Para él es muy importante saber la historia de cada artículo y saberla contar.
Cristian espera que esta tradición que comenzó con su padre siga con otra persona de la familia.