La necesidad de la energía
Hasta hace sólo cien años, menos que un parpadeo en la historia de la humanidad, la electricidad era una curiosidad científica y un lujo de gente rica, que con suerte la usaba para iluminarse.
Hoy vivimos en la era de la electricidad, rodeados de aparatos que no funcionan si no están enchufados o tienen sus baterías cargadas.
Esta forma de energía, capaz de transmitirse a grandes distancias y de proporcionarnos luz, calor, sonido y fuerza motriz, nos ha traído grandes beneficios, al tiempo que nos ha hecho adictos y hasta dependientes.
Por eso esperamos que esté siempre presente, aunque podemos entender y justificar su interrupción en casos de fuerza mayor, como la producida por una tormenta o un terremoto.
Sin embargo, no ocurre lo mismo cuando se produce una falla inexplicable, desde el punto de vista de los usuarios, y especialmente prolongada.
Así lo vivieron el fin de semana casi siete mil ariqueños, que repentinamente quedaron sin electricidad, en momentos en que el sol ya se acercaba al horizonte.
Los más afortunados vieron regresar la energía cuando todavía las ventanas abiertas alcanzaban a entregar a sus habitaciones luz suficiente como para no andar a tropezones.
Otros, con menos fortuna, tuvieron que recurrir a linternas o velas para quebrar las penumbras, mientras veían como sus refrigeradores iban descongelándose y, horror, sus celulares descargándose, sin tener una solución.
Para quien no lo sufre pueden parecer nimiedades, pero no lo son para quienes enfrentan la posibilidad de perder alimentos o quedar incomunicados, sin tener claro el por qué ni el hasta cuándo.
Según la información preliminar entregada ayer por la Seremi de Energía, la causa fue una falla subterránea, condición que hizo difícil detectarla y repararla, lo que se tradujo que familias ariqueñas estuvieran hasta 15 horas sin electricidad.
Ellos aspiran ahora a tener una respuesta clara sobre qué ocurrió, una mínima tranquilidad de que no volverá a suceder y también una justa compensación.