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El hombre que le devolvió la vida al reloj de la catedral

Iquiqueño fue el encargado de poner en funcionamiento las manillas, que desde diciembre entregan la hora con exactitud en la iglesia.
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Su padre le enseñó el oficio de reparar relojes cuando era niño. Desde los 17 años se hizo cargo de la relojería que, destaca, es la más grande de Iquique. Junto con la pasión que siente por el funcionamiento de estos aparatos, Hermes Valverde (71) también dice ser fanático de la historia y la lectura.

Comenta que prefiere restaurar antes que reparar, pues así se mantiene el diseño y características originales de las piezas. Y se define bueno en lo que hace. No por nada ha intervenido de manera exitosa los relojes de la Plaza Prat en Iquique, el de la salitrera Humberstone en la misma región y últimamente, el de la catedral San Marcos, que desde fines de diciembre ha vuelto a funcionar, moviendo sus manillas con precisión y atrayendo a ariqueños y turistas que casi por acto reflejo, alzan la vista buscando los números romanos que indican en qué parte del día se encuentran.

"Soy purista, me gusta mantener las cosas como son en su forma original y cuando me propusieron arreglar el reloj de la catedral, pensé que me iba a encontrar con el legítimo, entonces asumí este desafío con mucho gusto", confiesa Valverde.

Sin embargo, cuando recibió las esferas, notó que se trataba de una máquina moderna. Preguntando, el relojero se enteró que hace unos años sacaron el original, nunca más lo devolvieron y nadie sabe dónde está.

"El antiguo reloj fue reemplazado por uno traído de Argentina que duró solo dos días. La única solución que vimos fue poner otro que se denomina 'esclavo', porque no tiene energía propia, sino que el funcionamiento se da a partir de otro sistema", explicó.

El reloj de la iglesia es mecánico, electromecánico y electrónico, lo que significa que tiene un sistema computacional de última generación, con una exactitud de segundos en el año. Es un análogo, con punteros contrapesados que permite que la diferencia horaria sea mínima.

Herencia familiar

Valverde cuenta que de los 12 hijos y 29 nietos que tiene, ninguno heredó su afición por los horarios y minuteros.

Su padre le heredó la joyería y relojería Valverde, local del que se hizo cargo en la vecina ciudad, dejando a un lado su vocación por la milicia. Solo hace seis años tuvo una especie de revancha, cuando decidió ingresar a la universidad a estudiar derecho, carrera que abandonó porque era demasiado costosa.

"Todo lo que he hecho en la vida me ha apasionado. No podría elegir algo que me guste más. Leer y la historia me gustan mucho. Reparar relojes también, aunque debo reconocer que ya casi no trabajo por dinero, si no porque realmente me gusta lo que hago. Me da satisfacción hacer arreglos y muchas veces no los cobro".