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Ángel Parra, lo vivido y lo cantado El cantautor escribió "Mi propia NuevaCanciónChilena"

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Ángel Parra le dio a su libro un tono coloquial. Es un legado para el país, dice.

-¿Cómo recuerda su nacimiento y paso por Valparaíso?

-Tengo pocos recuerdos de mi niñez en el Cerro Alegre, viví ahí como hasta los dos años, pero igual me siento de Valparaíso. Mi padre era maquinista de Ferrocarriles, íbamos y veníamos por su trabajo. Desde los 13 años viajábamos junto a mi madre a la maravilla del puerto con su colorido, siempre como un cuento de hadas, sin darme cuenta en esa época de la miseria que había detrás. El puerto me tira mucho, le he escrito varias canciones. Una tiene más de 50 años: "Valparaíso en la noche".

-Musicalizó versos de Neruda y de Manuel Rojas. ¿Cómo enfrentó esa tarea?

-Fueron muy generosos y confiados conmigo, me entregaron todo. Tanto don Pablo como don Manuel Rojas vinieron al estudio y grabaron con sus voces los textos que habían escrito y a los que yo les puse música. Fue un trabajo de colaboración, de igual a igual diría yo, porque ellos lo consideraron así, no yo. Ellos me pusieron a su altura y me tuvieron confianza. Cuando le planteé a Neruda la idea, me dijo "maravilloso" y volvió de la biblioteca como con quince libros para que eligiera lo que quisiera.

-¿Cómo es su proceso de escritura?

-Siempre ando con lápiz y un pequeño cuadernillo adentro de mi bolso. Si se me ocurre una idea extraordinaria, la anoto.

Pero eso sucede poco, así que la escritura es de sentarse y mucho trabajo.

Escribir, leer, reescribir y tengo además a mi mujer, Ruth Valentini, que es una tremenda crítica, así que leemos juntos y después discutimos. Puede ser despiadada, pero tengo confianza total en ella, llevamos 40 años juntos.

Prefiero escribir por las tardes, como desde las dos a las siete y necesito silencio total para poder concentrarme.

El Club de las cosquillas no es lo que parece

Un periodista investiga un bizarro torneo deportivo y se encuentra con un submundo de amenazas, perversión y violencias en "Tickled", documental de David Farrier que brilla en la parrilla de Netflix.
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"Tickled" es el resultado de una investigación profunda al club de las cosquillas.

Documentar las rarezas del mundo en beneficio del pasatiempo es la especialidad del periodista neozelandés David Farrier, quien un día como cualquier otro se encontró con un extraño video de jóvenes haciéndose cosquillas. Con la inmediatez de un click, descubrió que en Estados Unidos existe un torneo especialmente dedicado a la práctica. El ganador es quien puede resistir por más tiempo la tortura.

El tema parecía perfecto para una cobertura graciosa, como las que acostumbraba a realizar. Es por eso que Farrier decidió contactar a los organizadores vía mail. ¿El nombre de la productora? Jane O'Brien Media.

Hasta aquí no hay nada demasiado raro, más allá que el hallazgo casual de una bizarra competencia en el contexto del basural cibernético donde todo es posible. Pero el delirio estalló cuando el periodista recibió como respuesta de Jane O'Brien Media un puñado de insultos homofóbicos.

Primero, trató de entender las agresiones pidiendo explicaciones por correo, pero siguió recibiendo mensajes violentos y, asombrosamente, la amenaza de que un grupo de abogados viajarían a Nueva Zelanda para saldar cuentas.

Como en un mal sueño, Farrier descubrió que los representantes efectivamente aterrizaron en su ciudad para detener cualquier tipo de cobertura sobre el "deporte". Se acercó a ellos pero no fueron amables. ¿Quién les financiaba el viaje? ¿Qué intereses protegían? ¿Por qué querían intimidar a un simple periodista de entretenimiento? ¿Quién está detrás de todo esto? ¿Quién diablos es Jane O'Brien?

Estas preguntas surgirán en los primeros minutos. Porque esta seguidilla de insólitos infortunios es apenas el comienzo de "Tickled", documental -o, digamos, reportaje de larga duración- en el que Farrier (con la ayuda del realizador Dylan Reeve) viaja por Estados Unidos en busca de respuestas, entrevistando a jóvenes que han sido reclutados por la misteriosa organización, periodistas amenazados a muerte por O'Brien y otros involucrados en un negocio extravagante. De paso, el periodista se adentra en los subterráneos del fetichismo sexual más inesperado y, de alguna manera, también en el gran vacío existencial de la vida americana.

"No es realmente una película sobre cosquillas", destacó recientemente Farrier. "Es sobre esta compañía y lo lejos que están dispuestos a llegar para hacer lo que hacen... Alguna gente cree que contratamos actores. No pueden creer que esto sea verdad. Pero la vida real es siempre más extraña de lo que puedas imaginar". No hay duda de ello.