Tiempo de vacaciones, mayores espacios libres, que bien se pueden aprovechar con buenas lecturas. Me permito recomendar algunas que, de todas maneras, me cautivaron con sus argumentos.

La primera, la novela "El último tango de Salvador Allende", de Roberto Ampuero. Se lee fácil, pese a sus saltos tempo-espaciales, variando entre el pasado del año 73, con toda la tragedia que vivió Chile, y un presente más actual, en donde sobreviven esas heridas que separan aún.

Es un libro que muestra una faceta más informal y cercana de Salvador Allende en su contacto con Rufino, su asistente personal, panadero frustrado, que le acompaña en las instancias más domésticas, relajadas, con música de tango, pero también en la tragedia final. No obstante, el protagonista es David Kurtz, un ex agente de la CIA que debe volver a ese Chile que quiere olvidar, por petición de su hija moribunda, odisea que le transforma todas su vivencias, creencias y su realidad. Lo recomiendo: entretiene y motiva a seguir la lectura sin pausas, hasta el final.

Otro texto interesante para leer: "Inferno", de Dan Brown; toda un intriga mundial que se debe desencadenar siguiendo los mensajes crípticos creados por el "malo", inspirado en los acontecimientos narrados por Dante Aligheri, en su inmortal "Divina Comedia". Ello invita a releer, por supuesto, este clásico del bardo florentino nacido en el año 1265.

¿Ha leído a Hernán Rivera Letelier? Si no lo ha hecho, ha perdido de conocer la gran epopeya de la pampa salitrera, narrada con personajes muy creíbles y cotidianos. Algunos títulos imperdibles: La Reina Isabel cantaba rancheras, Santa María de las flores negras, Fatamorgana de amor con banda de música, los trenes se van al purgatorio, la contadora de películas, el fantasista, el arte de la resurrección y etc. y etc.

Arica tiene características y condiciones que no puede arrogarse toda ciudad que se diga pujante. Y es que aún guarda ese espíritu de ciudad pequeña, vecinal, lo que la hace más humana y amable, sencilla, de barrio y donde aún es posible conocer a los vecinos y amigos, a la gente con quien diariamente se comparte o hasta uno encuentra en la calle.

Aún se puede comprar el pan a unas cuadras, permanecen en pie casas de las familias antiguas, con más o menos cuidados se mantiene el patrimonio que conecta a sus habitantes con la historia y su ritmo de vida sigue siendo la envidia de quienes hoy la visitan provenientes de selvas de cemento más despersonalizadas y estresantes. Arica sigue estando a escala humana, a la escala de sus habitantes.

El observar que Arica guarda estas características lleva a pensar también en lo necesario que esta "humanidad" que aún la rige, se mantenga en el tiempo a pesar del avasallador progreso y de los avances que más temprano que tarde puedan hacerla cambiar y que de hecho, se perciben con los repentinos cambios en su ritmo de vida.

La primera tarea en esto reside en sus mismos habitantes, en sentirse orgullosos de lo que hoy tenemos en las ciudades de nuestra región, la tranquilidad y la cercanía, el contacto y la personalización de sus vidas, características que en urbes más grandes son bienes escasos.

La segunda tarea viene de la manos de las autoridades, de los alcaldes y el gobierno regional, en el sentido de fomentar un crecimiento, un desarrollo, pero a la escala de la "personalidad" de Arica misma, fomentando este "contacto" con la misma ciudad, acercándola a la gente, manteniéndola humana y amable.

En este sentido, el desarrollo de una política urbana con un sello necesariamente artístico que acerque el espíritu urbano al humano, es una clave para el crecimiento de Arica, especialmente en las inversiones que se vienen.

El cuidado de nuestros monumentos, del patrimonio y del valor artístico que tiene la ciudad, deben ser hoy prioritarios en medio de su progreso material.