El trujillano que rescata drogadictos con la ayuda de Dios
Su propia experiencia en el mundo de los vicios le sirvió para rehabilitar gente, apoyado en la palabra del Señor. Ahora es pastor y creó un comedor en su casa para alimentarlos.
Vivió años sumergido en la droga y la delincuencia. Paul Lache, peruano, oriundo de Trujillo, tuvo una juventud donde los asaltos, los secuestros y los desenfrenos eran parte de su vida. Incluso integró la banda "Los Norteños", conocida en Perú por violentar a ciudadanos.
Pasaba día y noche en la calle, alimentándose de lo que encontraba en la basura, aunque eso sí, nunca le faltaba para consumir toda clase de drogas y alcohol.
Pero un día, una gangrena en su pierna le hizo abrir los ojos y decidir que debía parar: el hombre buscó a Dios para salir de lo que estaba viviendo.
Hoy, a 15 años de haber dejado atrás este negro episodio en su vida, Paul reside en Cerro Chuño, junto a sus tres hijos y Yeny, su gran amor. Con ellos impulsó la Agrupación Misionera por la Paz en Arica, donde se propone ayudar a quienes, como él, han caído en los vicios y las malas prácticas.
Se trata de una iglesia que acoge a hombres y mujeres dispuestos a cambiar su vida de la mano de Cristo, con el poder de la oración y con la tarea de misionar en diversos sectores de la ciudad.
El hombre ha ocupado su propia experiencia para demostrarle a los demás que sí es posible formar una nueva vida. Con sus propios recursos creó un comedor en su propia casa, donde acoge a quienes llegan por una palabra de aliento.
"Con nuestros hermanos juntamos el dinero vendiendo bolsas plásticas o cualquier cosa. Aunque sea un paquete de fideos, vamos a compartir con quienes están dispuestos a conocer al Señor y dejar atrás una vida que no es buena", explica.
"tú puedes cambiar"
La existencia de Paul- ahora pastor- no ha sido fácil. Sus padres se separaron siendo él muy pequeño y se crió con sus abuelos. En plena adolescencia, en Perú, comenzó a delinquir.
"Mi historia es terrible, como la de cualquier persona que vivió en la calle, pero no me daba cuenta de lo mal que estaba, hasta que llegó un momento en que me saturé de estar perdido en esta mala vida", recuerda.
En ese entonces, conoció a Yeny, quien también era drogadicta y decidieron vivir juntos. Paralelamente, apareció un pastor que le dijo "Cristo te puede ayudar a cambiar". Esas palabras hicieron eco en él.
"Le pregunté al pastor si él realmente pensaba que yo pudiera llegar a ser otro hombre. Entonces clamé de rodillas esperando un milagro", añade.
Así comenzó su largo camino por la rehabilitación, el que no estuvo libre de tentaciones, las que logró superar según él, por medio de oraciones y la fuerza que solo le daba el Señor.
"Dios me mostró en sueños que debía hacer lo mismo por otros. Debía seguir su mandato dejando Perú y misionando en otro país. Fue así como decidimos venirnos a Arica". Yeny también logró rehabilitarse y lo siguió en su aventura.
Al cerro chuño
La casa de Paul es modesta. Ubicada en Cerro Chuño, es una residencia pequeña, pero acogedora.
Dice que le molesta el estigma que se ha creado en torno a la gente que vive en el lugar.
"Sí son terrenos tomados, sí hay delincuencia y drogas, pero también hay niños y gente buena que sueñan con salir adelante".
Cuando decidió dar un espacio en su casa para acoger a drogadictos, primero solicitó la ayuda de autoridades para poder sacar adelante el comedor.
"Pedimos apoyo porque entregamos alimentación, pero también algo de ropa y materiales de aseo para quienes llegan a pedir nuestra ayuda. Lamentablemente, no nos ha ido bien. Nos gustaría que conozcan lo que hacemos y que vean que podemos sacar adelante a personas que sienten que lo perdieron todo", relata.
Aún así, no se dio por vencido y decidió sacar adelante el lugar con algo de lo que él ganaba en sus trabajos como cargador o maestreando.
Dentro de los casos que han tenido un final feliz, Paul recuerda el de José, que vivía postrado. La comunidad le dio un lugar para habitar y realizan los trámites para que pudiera volver a su natal Perú. O el de Francisco, un drogadicto que vivía en la calle y que ahora es parte de esta iglesia.
"Dios para mí es el principio y el final. Él lo es todo. Él es un salvador. Hemos podido ayudar a tanta gente solo por su amor.", finalizó.