Los recientes resultados del Inacer y el comportamiento de la actividad económica en nuestra región, no sólo son un síntoma sino que además, se transforman en una manera de fijar nuevos caminos y desafíos. En este sentido, el emprendimiento resulta ser una de las más relevantes herramientas de desarrollo en un país. De hecho, existen incluso corrientes del pensamiento que están relacionadas con la necesidad de utilizar ideas, de generar mecanismos y sinergias que permitan desarrollar negocios que no necesariamente involucren grandes sumas de dinero, pero que sí sean el sustento, por ejemplo de un núcleo familiar.

En nuestra región existen muchas condiciones y facilidades para estos efectos, a través de diversos organismos estatales y privados. Uno de los más conocidos es el Servicio de Cooperación Técnica (Sercotec), que es una institución del Estado cuya misión es apoyar las iniciativas de mejoramiento de la competitividad de las micro y pequeñas empresas y fortalecer la capacidad de gestión de sus empresarios.

De ahí que resulta de gran importancia el que la comunidad que posiblemente puede acceder a los servicios que otros organismos como el Fondo Solidario de Inversión Social (Fosis), que tiene una particular importancia en el emprendimiento de quienes no tienen acceso a fuentes de financiamiento bancaria, pero sí cuentan con ideas novedosas y de fácil ejecución. Y por qué no pensar en Corfo, cuando las puertas ya se han abierto.

Todo esto pensando en el escenario actual y también, en cómo se pueden encadenar desarrollos a través de los sectores económicos que tienen un mejor comportamiento en la región.

Son muchas las necesidades que seguramente se tienen que ir generando a partir de áreas más permanentes de nuestra economía regional y las oportunidades de crear emprendimientos tienen que aprovecharse.

Porque no se debe esperar que las ideas lleguen desde otras regiones a aprovechar esos vacíos y llevarse las oportunidades que se podrían quedar en nuestra región para emprendedores locales.

Cuando escribo esta columna ha transcurrido un poco más de una semana desde que Hilary Clinton perdió la elección presidencial norteamericana. Para muchos en estas latitudes el triunfo de Donald Trump no tiene mucho significado, sin embargo para otros representa evidencia de la volatilidad del sistema político occidental, que se traduce en la poca confiabilidad de la información contenida en las encuestas electorales, y por lo tanto en una oportunidad para innovar.

En efecto, la elección de Trump, un caudillo populista, que hizo suyo el favor de la mayoría silenciosa norteamericana, no es sino la confirmación de la tendencia rupturista de hacer política, que ya se había se anunciado con el triunfo del Brexit en Inglaterra y con la derrota del Sí, en el plebiscito sobre el tratado de paz entre la guerrilla y el gobierno Colombia.

A un año de la elección presidencial Chile, cabe preguntarse como esta nueva manera de politiquear va a afectar la representatividad de los partidos políticos tradicionales y en que grado se validarán opciones de posturas alternativas, como sucedió con la reciente elección de alcalde y consejeros municipales, que se reflejó en la derrota de José Durana en Arica y en el repentino interés de Leonardo Farkas para postular a un sillón senatorial.

Así, el resultado de la elección norteamericana - que a todos sorprendió - sí tiene importancia como antecedente de cambio, demostrando que en política cualquier cosa puede suceder.

Así, quien nos dice si no es el mismísimo Farkas, quien eventualmente podría emular a Trump, como líder de un movimiento popular, que privilegie lo netamente chileno por sobre lo multicultural, a la vez que proponga mejorar la economía y eliminar la inseguridad social, desarrollando su base política en la restitución de valores, que se perdieron hace mucho tiempo y por los que muchos estarían dispuestos a votar.