Escribo para sumarme a las felicitaciones a la nueva Hija Iustre de Arica, Ana Miles Constela, cuidadana uruguaya que se ha radicado en nuestra ciudad para el ejercicio de la medicina de familia. Como amigo y compañero de labores de Ana, me gustaría dar a conocer uno de los aspectos que menos se ha nombrado en el ejercicio de su profesión y que es uno de sus grandes méritos: su interés por los derechos en salud de los pueblos indígenas.
En el CESFAM Dr. Víctor Bertín Soto apoyó incansablemente la iniciativa de atención complementaria de médicos aymara y la participación de los dirigentes y personas indígenas en el quehacer del establecimiento. Luego, en la unidad de atención y control en salud sexual del Hospital de Arica hizo un primer levantamiento del perfil de las personas indígenas con VIH con el fin de dar una atención con pertinencia cultural. Asimismo, en la unidad de alivio del dolor y cuidados paliativos del Hospital, buscó que los médicos aymara también fueran parte del acompañamiento espiritual de las personas usuarias de ese servicio.
En una Región que está llamada a un constante diálogo intercultural en salud, el trabajo de Ana Miles es un ejemplo para todos quienes trabajamos en la salud pública. A ella, va mi más profunda gratitud.
Cenizas al viento
Hay personas románticas que dictan que fallecidos se las incinere y sus cenizas se esparzan en el mar, aire o tierra, como si desearen volver a su origen; toda una diversidad de pensamientos, creencias y filosofías personales. La Congregación para la doctrina de la fe, ha difundido una instrucción, aprobada por el Papa llamada "Ad resurgendum cum Christo", que se encuentra en internet y que se refiere a la sepultura de los difuntos y la unidad de la cenizas en caso de cremación. La iglesia Católica, sin prohibir la cremación, instruye que los restos, cuerpos o cenizas, sean sepultados en su totalidad en un mismo lugar sagrado como los cementerios e iglesias, eliminando la casa del difunto. En sus instrucciones aleja una tendencia panteísta de sus fieles y les recuerda que resucitarán en cuerpo y alma en Cristo, y también que en la sepultura rueguen por el alma de sus deudos y no olviden el juicio final y la inmortalidad. Razonable, los católicos en la muerte no pueden ser románticos.
Francisco Olivares Antezana
Marcos Concha Valencia