En medio de tantas efemérides y días mundiales, ayer la sonrisa tuvo un espacio en el planeta, un espacio distinto, institucionalizado, como para destacar esta característica propia de la especie humana que la distingue y en especial, la sana cuando es sincera.

El Día Mundial de la Sonrisa nació gracias a Harvey Ball, artista quien fuera creador de la famosa carita sonriente amarilla ("Smiley"), que busca promover una actitud positiva. Es lo que ayer perseguía una jornada que promovió vivir de manera más amable con los demás.

La Harvey Ball World Smile Foundation, ha liderado el patrocinio de eventos y actividades relacionadas con esta sonrisa, cuya celebración fue instaurada para cada primer viernes de octubre.

Más allá de aspectos comerciales o publicitarios que pueda tener una jornada de este tipo, está claro que nuestra sociedad necesita cada vez más espacios para promover conductas y actitudes que antes eran parte de la vida diaria del ser humano, eran cotidianas.

Parece algo extremo, pero seguramente si cada uno tuviéramos que hacer un recuento de cuántas sonrisas mostramos a los demás en el día de ayer, o cuantas podría mostrar hoy, seguramente serán menos de las que idealmente podrían ser. E incluso, menos de las que realmente necesitamos.

Porque las sonrisas también hacen bien a la salud. Cuando se sonríe, e idealmente se ríen, se liberan endorfinas, que son las "hormonas de la felicidad". El mismo efecto también reduce el estrés, y permite ejercitar los músculos del rostro. Al final, las sonrisas se transforman también en la presentación con la que los demás nos ven. Un rostro amable puede contagiar el optimismo.

En Chile, el 17% de las personas enfrenta algún cuadro depresivo. Y si bien es aventurado pensar en que las sonrisas son el remedio para patologías de este tipo, o que simplemente sonriendo esta realidad puede cambiar, no se puede negar que una actitud optimista y alegre ante la vida se transforma en un aporte que se inicia en las emociones y alcanza nuestra salud y nuestra relación con los demás.

8 de octubre de 1982

Más de 50 arreglos florales entre ikebanas, centros de mesas y otras especialidades forman parte de la exposición inaugurada ayer por las socias del Club de Jardines de Arica. Gladiolos, achiras, rosas, claveles, pelargonias y lantanas, entre muchas otras, muestran el perfeccionamiento de las ariqueñas.

El Museo del Mar realizará hoy un operativo de limpieza a las playas Chinchorro y Las Machas hasta el sector del humedal, a contar de las 10 de la mañana. Habrá música en vivo para motivar ¡A participar!

El viejo observó con melancolía el lustroso filo de su arma, mientras la ponía delicadamente en una especie de altar cerca de su cama. "Este arte se está perdiendo" le dijo al joven recién llegado. Las armas de fuego nos están invadiendo. El joven, atento y nervioso, escuchaba las palabras de alguien que, al parecer, resumía sobre sus canas muchos años de experiencia. Desde fuera de la habitación se escuchaban gritos y reclamos. "No te preocupes -le dijo- intenta mantenerte humilde y trata de pasar desapercibido". El joven le preguntó por los peligros que les esperaban en el futuro. ¡Ah, el futuro! -dijo entredientes el viejo- mientras dibujaba una línea en la pared que para el aprendiz resultaba un signo incomprensible. "Antes todo se resolvía con el liderazgo natural" continuó el viejo. Eso ya no existe. "El arte del acero se ha sustituido por armas poderosas que utilizan hasta niños que no saben lo que quieren. Hoy cualquiera toma un arma de fuego que puede quitarle la vida a otro sin siquiera mirarlo a la cara. No hay dignidad en esa conducta. Cuando yo me batía a duelo, elegíamos los sables, que debían ser de similar largo y condición. Aunque después de un tiempo yo adquirí tanta destreza que no me importaba tener un sable de menor tamaño... y siempre gané".

Los ruidos y reclamos afuera se hacían más sonoros e intrusivos. El joven se aferró al viejo, tomándolo de la manga de la camisa. "Debe ser la hora", sentenció gravemente el viejo. De repente, se escuchó el ruido de una cerradura afuera y el viejo rápidamente ordenó la cama. Desde la puerta se asomó una figura robusta, de verde olivo, que les ordenó:. "Bajen, el rancho está listo". Ambos, joven y viejo, se levantaron de la litera rápidamente. "Ustedes van a ser los primeros en comer, por no reclamar. Los otros, que me vayan a demandar a los derechos humanos, como acostumbran". "Gracias, mi sargento", dijo el viejo. El gendarme los vio alejarse, miró los garabatos de la pared con una mueca y luego cerró la celda.