Cada cierto tiempo, algún caso que cobra notoriedad nacional trae nuevamente al debate público el desafío nacional de la donación de órganos. Esta vez, se trata de la joven Jacinta Zañartu, quien hace sólo unos días logró ser trasplantada de corazón y pulmón, en una operación de más de 20 horas, y que al cierre de esta edición la mantenía en estado grave, pero estable.

Es así como se define la lucha por la vida, luego de atravesar por un trance por el que hoy le toca vivir, un trance que busca prolongar su aún joven existencia y alejarla de otro desenlace al que se exponía si no recibía los órganos.

Cobra importancia la figura del joven deportista atacameño Patricio Barrios, quien falleció dejando sus órganos para quien pudiera seguir viviendo con ellos. De hecho, el oriundo de Diego de Almagro sigue salvando vidas, luego que se supiera que también estaba siendo procurado un riñón y su hígado.

Hace 7 años, el 3 de abril de 2009, la muerte del Felipe Cruzat impactaba a nuestro país. El niño sufría una insuficiencia cardiaca que lo llevó a ser prioridad nacional para un trasplante de corazón, un trasplante que nunca llegó. Estuvo hospitalizado más de 80 días, fue el primer menor en Chile en recibir un corazón artificial, pero finalmente no resistió. Este año, historia de repitió con el pequeño León Smith, quien también dejó de existir esperando un trasplante de corazón. Las esperanzas, los esfuerzos y sobre todo, la valentía de su familia, quedarán en el recuerdo de una nueva lucha por la vida de un hijo. Y es así como cada cierto tiempo, estos casos van remeciendo conciencias, casos que no alcanzan a mejorar la imagen ni los resultados que tiene Chile siquiera en las Américas si de donación de órganos se trata; tampoco a la hora de salvar vidas.

Pero se trata de un tema transversal. No es sólo cuestión de decisiones personales o aspectos legales. Tiene que ver con qué tan preparados estamos como país para procurar y facilitar la donación de órganos. Sin duda, en ese sentido aún hay tareas y desafíos que atender y sobre los cuales el país debe trabajar en conjunto.

La Medicina y la Ética no se dan en el aire, ambas disciplinas están engarzadas en el ser humano y en las agrupaciones o sociedades que el Homo Sapiens establece con otros individuos de su especie. Por ello la ética es subjetiva e intersubjetiva ya que tiene que ver con el comportamiento del ser humano consigo mismo y con relación a los demás.

Sin un comportamiento moral es imposible una vida social humana y digna, porque no hay confianza ni solidaridad posible. Toda Profesión, que es un servicio, no puede ejercerse si no está basada en una moral y en una ética, debido a que la ética es necesaria también para regular el comportamiento del Hombre en beneficio de sí mismo.

Todo esto hace que la conducta sea concorde con la opción fundamental escogida por la persona y evita que ésta caiga en una neurosis "noética", que se da cuando el obrar no corresponde a lo que se piensa, estableciéndose un hiatus entre el pensar y el obrar. La ética unifica el actuar y da integridad a la persona. Con razón se dice de una persona que obra éticamente que es una persona "íntegra".

En este sentido el Médico siempre debe ser una persona íntegra.

Por otra parte, a fin de no crear confusión entre los conceptos de moral y religión, que aparecen muy unidas en sociedades donde la moral solo se entiende como moral religiosa, es preferible usar la palabra ética más que el término moral, porque no tiene una connotación religiosa. La ética médica pasa a ser entonces una moral para increyentes. La ética que aquí se trata es una ética natural, diferente aunque no opuesta a la moral de diversas religiones. La ética médica obliga a todo médico, sea éste ateo, budista, cristiano, musulmán o judío.