Uno de los fenómenos más controvertidos y hasta lamentables que enfrenta nuestra región, es el paulatino despoblamiento de sus pueblos del interior. Localidades centenarias, que han albergado hasta por siglos a los habitantes más antiguos de esta zona, comienzan a quedar vacíos.

Las nuevas generaciones, especialmente, van emprendiendo rumbos distintos, dejando en quebradas y el altiplano a aquellos pobladores más antiguos, quienes van desapareciendo.

No se pueden desconocer los esfuerzos que desde distintos sectores se han hecho para evitar que esto ocurra, más allá de las lógicas y conocidas razones que tienen estos vecinos para dejar sus casas y tierras.

Se puede hablar del traslado de servicios, centros de estudio, construcción de infraestructura pública, mejoras en las comunicaciones, mejoras viales, construcción de sistemas de agua potable y otros, buscan fomentar la radicación permanente de quienes durante mucho tiempo han hecho vida al interior de Arica y Parinacota. Aún así, la migración desde estos pueblos continúa.

Es por eso que no deja de llamar la atención, a primera vista, el enorme interés de ciudadanos y ciudadanas por modificar su domicilio electoral hacia estos poblados que precisamente ahora sufren por el éxodo de habitantes. En la región, fueron alrededor de mil 600 quienes cambiaron el lugar en donde votarán.

Es aventurado juzgar a priori por qué se da esta dinámica en estas circunstancias. Y no se trata sólo del despoblamiento, sino que de la apatía, la distancia, la falta de participación y la ya conocida abstención. Este hecho, los cambios de domicilio, pareciera enfrentar cualquier paradigma.

¿Interés por defender y participar el desarrollo de sus pueblos? ¿Compromiso con una tierra ancestral? ¿Cariño por la tierra que se retribuye con un voto? ¿Acarreo electoral o intereses políticos? Son muchas las preguntas que surgen, como razones y respuestas que se pueden esgrimir.

Lo cierto es que nuevamente, las elecciones serán el mejor y quizás único estímulo para que las comunas rurales recuperen algo de su población perdida; por lo menos, en el papel.

30 de junio de 1981

Con una breve liturgia y romería de embarcaciones improvisadas a última hora, los pescadores de Arica rindieron su homenaje a San Pedro, su santo patrono. La gente de mar no quiso perder sus tradiciones y sacaron en andas la imagen del santo, engalanada con flores.

La inesperada llegada del vendaval del martes hizo colapsar las líneas telefónicas, generó cortes de luz, se cayó un árbol, cerraron tiendas temprano y dejó a la ciudad llena de polvo. También su impacto generó que fuéramos trending topic en Twitter.

La reciente prisión preventiva decretada a uno de los senadores por nuestra región, impuesta por primera vez a un senador en ejercicio, revive el debate sobre las medidas cautelares y la presunción de inocencia.

No deja de ser lamentable que, como ocurrió en el caso Penta, para que esta discusión se produzca sea necesario que un poderoso del país caiga preso. Pareciera ser que cuando "le toca" a un ciudadano común y corriente, no importa el nivel de injusticia que se cometa, no es tema para nadie, y sólo al ser afectado alguno de los grupos de poder del país se activan las alarmas y pareciera que la ley es demasiado dura, o los ámbitos de discrecionalidad judicial demasiado reducidos.

La ley es (o debiera ser) una para todos, ricos y pobres, y todos ser medidos con igual vara. En ese sentido, cada agenda corta, cada contrarreforma que se ha hecho al sistema procesal penal, ha implicado una restricción de los derechos de las personas y un crecimiento desmesurado del poder punitivo estatal. No olvidemos que, mientras dura la investigación, por mandato legal y constitucional la persona investigada se presume inocente. ¿Por qué debiera estar preso entonces? La respuesta a esta pregunta sólo la tienen los legisladores, que han ido endureciendo cada vez más la normativa, y sólo se lo cuestionan ahora que ven como real la posibilidad de que se le aplique a alguien como ellos, y no solo a personas ajenas a sus vidas y contextos. Alguien que puede ser tratado como cosa. Un mero "delincuente".

El ámbito cercano al senador preso señala que éste siempre actuó con buena intención. Si hemos de creerle, entendiendo que el número de delitos imputados y su pena no es un criterio suficiente para decidir si alguien es o no peligroso para la seguridad de la sociedad ¿no debemos entonces flexibilizar las reglas para todos? Ojalá esto sirva de reflexión para la urgente reforma que se requiere respecto a medidas cautelares, volviendo a un sistema más racional y flexible, que confíe más en la justicia y sus agentes, y menos en la mano dura y el populismo penal.