Con dos guitarras, un tambor y un pandero, los 15 usuarios del "Hospital del día", cantan junto a sus monitores "voy a reír, voy a llorar, vivir mi vida ay yaya yai". Mirando la letra en las hojas que tienen en sus manos, algunos sonríen y otros, con la mirada seria, solo cantaban. Uno estaba sentado en el sillón durmiendo, seguramente por los medicamentos. Estas actividades recreativas realizan los pacientes de la unidad hospital de día, del Hospital Doctor Juan Noé, personas con casos agudos de brote de esquizofrenia o con recaídas, quienes permanecen durante el día y vuelven a sus casas por la noche de lunes a viernes.
La esquizofrenia es una enfermedad cubierta por el Auge y son 335 pacientes en la región en tratamiento y control en los dos Equipos de Siquiatría y Salud Mental Ambulatorios (ESSMA) que dependen del Servicio de Salud Arica (SSA).
Familias y especialistas dicen que se necesita mayor socialización respecto a esta enfermedad para derribar estigmas que se asocian a ella, y también indicaron que a pesar de que existen redes para su tratamiento, falta una mayor integración y apoyo.
Lejos del estigma
Si bien en Arica hay personas en situación de calle, quienes no se preocupan de su aseo personal, hablan solos y caminan sin rumbo, la siquiatra Karin Frydman, funcionaria del Hospital de día, dijo que se trata de otro tipo de rasgos que no tienen que ver con la esquizofrenia, "son personas con rasgos antisociales, más psicopáticos, no es el esquizofrénico. Lo que le puede pasar a un esquizofrénico cuando se descompensa muchas veces es que se puede ir de la casa, vagar, pero llega un momento que sí va a requerir ayuda. La gente que vive en la calle decide vivir en la calle, es diferente".
Sin embargo, según el segundo catastro de personas en situación de calle del Ministerio de Salud (2011), el 6,5% de las personas que viven en la calle en Chile tiene esquizofrenia.
Frydman comentó que a veces suele confundirse la esquizofrenia con otras enfermedades mentales, como el trastorno bipolar, la sicosis paranoica, "a veces cuando consumen pasta base, cocaína o cannabis pueden dar síntomas similares a la esquizofrenia".
Esta no es una enfermedad que tenga cura, pero se puede vivir con ella y la integración de los pacientes en la sociedad es posible a través de un diagnóstico temprano y el tratamiento psico-social.
"Si hay un tratamiento médico los pacientes responden, disminuyen o desaparecen las alucinaciones. En algunos se puede hacer un reintegro a una vida similar a la anterior. La gente tratada y medicada no va a poner en riesgo a la sociedad, cuando se descompensan pueden ser violentos, pero en general solo con su familia. Hay que desmitifcar que son asesinos o agresivos, porque eso no es característico de la enfermedad".
Amante del baile
Jenny González tiene cuatro hijas y una de ellas vive con esquizofrenia. Actualmente tienen una vida normal donde realizan actividades recreativas como tejer, asistir a un grupo de folclor en la junta de vecinos, gracias al tratamiento que ha recibido en el Essma norte, pero aún le faltan metas por cumplir, ya que su sueño es ir a la universidad.
Cuando la hija de Jenny tenía 17 años le dio un brote de esquizofrenia y la joven tuvo que salir de las agrupaciones a las que pertenecía (Bafut y Azahares de mi tierra) y con dificultad terminó el cuarto medio. "Fue muy duro, porque no sabíamos que le pasaba, pensábamos al principio que era depresión. Ella quedó con daño porque no recibió un trato adecuado al principio, tuvo un exceso de litio en su cerebro por los medicamentos. Al final opté por llevarla a Santiago y después de la limpieza me dijeron que quedó con un 70% de discapacidad".
Hace 10 años se detectó la esquizofrenia en la hija de Jenny, en Santiago, donde estuvo dos meses y medio en tratamiento endeudándose por más de 8 millones de pesos.
Al verse imposibilitadas de seguir con el tratamiento en la capital, Jenny y su hija volvieron a Arica y comenzaron a buscar ayuda. "Caminaba por todo Arica buscando algún lugar donde pudiera recibir terapias similares a las de Santiago, llegué hasta Tacna, hasta que vi el letrero del Essma sur. Fue un alivio, porque estaba desesperada al ir por la ciudad buscando lugares por la ciudad, doy gracias a Dios", dijo entre lágrimas,
Jenny temía que a su hija le diera un segundo brote, pero en 10 años no ha ocurrido y han seguido al pie de la letra los tratamientos, "de tener rigidez en los brazos, no poder ejercer su lado psicomotor, ahora está súper bien y quiere retomar el folclor, "espero que sea independiente, ella quiere estudiar Inglés, todo es posible".
Ruptura de sus padres
Otra familia que ha salido adelante con la esquizofrenia es la de Sofía Montevilla. Ella fue el pilar para controlar la enfermedad de salud mental de su hijo y la de uno de sus sobrinos.
"Siempre lo apoyé para que se sintiera seguro y que podía. Él tuvo que aprender de nuevo todo, usaba pañales, no comía bien, se olvidó de muchas cosas".
Cuando su sobrino estaba en segundo medio ocurrió y Sofía dijo que se debió a la separación de sus padres.
"Fue un daño emocional porque no quiso aceptar la realidad. La crisis ocurrió cuando mi hermano habló con él del tema. A mi sobrino se le quitó el sueño y comenzó a hablar todo el día, escuchaba voces y no dejaba de hablar". Sofía primero intentó con medicina alternativa y luego en una ronda médica se le descubrió la esquizofrenia, "estuvo casi dos meses hospitalizado en Siquiatría y cuando le dieron el alta comenzó a tomar pastillas, pero dormía todo el día".
Sin embargo, Sofía puso todo su esfuerzo para que su sobrino mantuviera activa su mente, "le pedía que me ayudara a cocinar, o hacer las cosas de la casa y en la tarde lo sacaba a hacer alguna actividad, ir a la playa, jugar pelota, éramos un equipo, porque mis hijos también lo ayudaron conversando".
Con el tiempo fue mejorando y Sofía matriculó a su sobrino en una escuela especial. Había dificultades, pero logró terminar y estudió mecánica industrial, pero no lo llamaron para trabajar después de hacer la práctica, en la espera consiguió un trabajo de soldadura y al gustarle sacó un certificado del oficio a través del Sence, "ahora sigue esperando por trabajo. Hace seis años le dio la crisis y hace un año dejó de tomar pastillas, sólo debe ir cada cierto tiempo al médico para controlarse. Es importante el apoyo de la familia y decirles que ellos pueden".
La siquiatra Karin Frydman dijo que a nivel mundial las enfermedades mentales "corren atrás del resto, siguen estigmas, no se dedica, en general, la cantidad de dinero o fondos que se necesitan para su tratamiento. Faltan trabajos protegidas para pacientes con enfermedades mentales como parte de las redes de apoyo".