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Los 103 años del tren en Arica y los recuerdos de un maquinista

Víctor Orozco trabajó en la maestranza por 34 años, hoy recuerda sus mejores días en el aniversario del tren.
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Los años que el ferrocarril en Arica ha visto pasar son más de los que un siglo puede tener y este 13 de mayo ya son 103, una cifra que contiene vidas completas, generaciones y grandes momentos de los que trabajaron para el transporte ferroviario. Uno de ellos, Víctor Orozco, relató su paso por las vías y el como su pasión, que nació de su padre, se ha mantenido como su legado.

Víctor tiene 76 años, actualmente es parte de la asociación de ferroviarios jubilados, pero lejos del descanso, se ha mantenido como uno de los cracks en cuanto al mantenimiento y revisión de las máquinas con las que ha trabajado por 34 años.

Siendo un aspirante de tracción en la sección de tráfico de trenes, con la misión de abastecer la locomotora de los tres elementos básicos: el agua, el petróleo y la arena, sus inicios no fueron más de los que cualquiera que empieza un empleo. Pese a que su padre, un maquinista de los primeros en la ciudad, muriera en un volcamiento de locomotora en 1949, el sueño de Víctor por los trenes seguía por la misma dirección. "Yo entré a trabajar porque era hijo de ferroviario -comenta- estamos hablando del año 1959 - 1960, cuando todas las empresas eran del Estado, el agua, la luz, casi todos los ariqueños eran ferroviarios, además me gustaba el oficio de mi padre y logré el objetivo, a los 19 años, adelantando el servicio militar para entrar, porque antes no se podía ingresar a ninguna empresa sin haber cumplido el servicio. Incluso, cuando había inscripción electoral no podía hacer ningún tramite, la sección de tracción era el único trabajo que se aprendía todo adentro. Siendo joven se iban produciendo vacantes, de ahí pasé a fogonero o ayudante de maquinista, teniendo que rendir un examen, donde llegaban comisiones de Santiago a tomar los exámenes, de Ferrocarriles del Estado. Pero para eso había que tener instrucción, por ejemplo manejar las cremalleras, llegaban locomotoras diesel y de tipo eléctricas de la General Electrics. Teníamos que aprender la Biblia que nos daban y aprender todo sobre ello, haciendo cursos bien programados".

La población entre los vagones era de 80 trabajadores, desde los aspirantes hasta los inspectores, solo en la sección de tracción tenían un numeroso contingente de trabajadores. "La Maestranza Chinchorro era muy grande, ahí estaban los mecánicos, los torneros, los soldadores, los carpinteros, los fundidores, pero toda esa gente, ese personal de los talleres venían de escuelas de afuera, especialmente de Iquique, venían listos y armados, la maestranza era constituida de toda esa gente que sabía, pero en los trenes la forma de aprender era entrar y seguir instrucciones, entonces para ascender a aspirante había que cumplir requisitos. Por ejemplo, para ayudante había que saber qué piezas constituían, saber dónde estaban, luego para maquinista había que saber para qué servían", relataba Orozco, mientras observaba las fotos y guías de antiguas máquinas.

Orozco siguió como fiscalizador para las máquinas, luego de una carrera que llegó hasta el nivel máximo de maquinista llegando a conocer los largos rieles hasta La Paz, donde el viaje siempre lo disfrutó, pese a la altura y la inclinación del tren.