Sorpresa y preocupación provocó en la comunidad la varazón, primero de peces en el sector de Playa las Machas; y luego de langostinos, en la Playa La Lisera. Resulta impresionante ver cómo mueren a la orilla del mar estos animales, dejando una serie de dudas respecto al origen del fenómeno. El caso fue especialmente llamativo con los langostinos, que tiñeron de rojo La Lisera. El hecho terminó convirtiéndose en noticia nacional, debido a lo que se ha visto en el sur, donde la mortandad de especies marinas ha puesto en entredicho no sólo la salud ambiental de la zona, sino que la economía de miles de personas y familias que viven en torno a la pesca y recolección.

Respecto de lo que ha ocurrido en Arica, la Brigada Investigadora de Delitos Contra el Medio Ambiente y Patrimonio Cultural (Bidema) de la PDI se está encargando de investigar eventuales delitos ambientales como causas para este fenómeno. Y es que tras el hecho, hubo voces que relacionaron las denuncias de contaminación en el sur con lo ocurrido aquí en el norte.

Más allá de las consideraciones geográficas, y de que según expertos, lo más probable por ahora es que se trate de efectos del alza en la temperatura del mar, es interesante poner los ojos en nuestras fuentes de contaminación más cercanas y aquellas más objetivas, que en los lejanos episodios de la zona sur.

Nuestras costas sufren año a año el constante atentado que significa la bajada del Río San José, no por el río, sino por toda la basura que arrastra. Durante el pasado verano, incluso, fue posible encontrar envases de químicos y pesticidas. Bolsas, desechos orgánicos, cadáveres de animales y una serie de elementos contaminantes van a dar cada año a nuestras costas.

Claramente el ser humano está comenzando a pagar las consecuencias de su descuido con el planeta. En lo local, los hechos están a la vista. Y a nivel global, incluso el alza en las temperaturas del océano responden también a fenómenos como el calentamiento global, del cual somos responsables.

Es tiempo de hacernos cargo de manera amplia y permanente del cuidado de nuestro planeta.

Ese 12 de enero nos casamos. Vivíamos en el desaparecido gimnasio del ferrocarril Arica-La Paz (Máximo Lira, detrás del casino). Pasada la ceremonia retomamos nuestras respectivas rutinas. Yo tenía turno en el aeropuerto Chacalluta, esa noche.

A esas horas el río San José, de ordinario seco, fluía discreto, pero constante. Conforme avanzaba la tarde, se convertía en un flujo lodoso que crecía desmesurado. Pasada la medianoche, su caudal había sobrepasado los puentes del radio urbano, inundando los terrenos circundantes.

Mientras yo permanecía en Chacalluta, la furia del torbellino, había formado, bajo las plataformas ferroviarias, una represa natural como consecuencia del sedimento y piedras que arrastraba. Impedida de alcanzar el mar, la masa fluvial buscó el desahogo que le brindaba el trazado de la línea férrea, desbordándose rumbo a la Universidad y nuestro hogar.

Como la presión de agua potable aumentaba a esas horas, mi padre esperaba la noche, para regar. Haciendo gala de un extraño sentido del humor, los dioses vieron a mi progenitor salpicando la entrada de su casa con un escuálido chorro, mientras ellos, en un acopio de húmeda generosidad, le enviaban un río completo.

Al bajarme de la camioneta noté que los senderos del parque Brasil estaban inundados. Con los zapatos en la mano y los pantalones arremangados, llegué a casa. El espectáculo era desolador. Mi madre y mi hermano lloraban abrazados. Papá, queriendo mostrar una entereza que su semblante desencajado desmentía, intentaba enderezar el refrigerador sumergido a medias en el barrial.

El desborde del río San José, ese 12 de enero del '73, se convirtió para nosotros en una fecha inolvidable. Después de lo ocurrido, mi hermano Joaquín se durmió exhausto encima de una cómoda, y mi madre, mi padre, mi esposa y yo, nos acostamos atravesados sobre un colchón que flotó a medias Nada extraordinario, tomando en cuenta lo sucedido. Pero excepcional, sin duda alguna, si consideramos que era nuestra noche de bodas.