Joven andinista relata la travesía que pudo costarle la vida
Jaime Ramírez emprendió rumbo a Santiago para realizar un recorrido por la precordillera. Creía que sería algo simple, pero las cosas no sucedieron como él esperaba y vivió una aventura que pudo haber terminado en tragedia.
Jaime Ramírez (47) caminaba y caminaba sin poder encontrar algún refugio. La noche ya había teñido de negro el Cerro La Cruz (Santiago).
Todo estaba tan oscuro que ni siquiera podía ver sus manos. La nieve le llegaba hasta la cintura, y algo dentro de él le decía que no parara de avanzar...
Días antes de esa caminata, a este deportista se le había metido en la cabeza tomarse un fin de semana para recorrer la precordillera. El periplo de 38 km iniciaría en el sector de Las Condes y finalizaría en Peñalolén. Normalmente, a cualquier persona caminar esa distancia le tomaría cuatro días, pero el objetivo de Jaime era realizarlo tan sólo en dos.
Para realizar esta travesía se ejercitó tres meses. "Corría día por medio. Estuve yendo a un gimnasio para fortalecer los músculos de las piernas", explica.
Con todo su equipo ordenado, tomó su auto y se dirigió a la capital el último fin de semana de abril. Dejó su vehículo estacionado en un lugar seguro y a las nueve de la mañana del sábado empezó su trayecto.
Jaime no caminó mucho para que la inclemencia meteorológica comenzara a ponerle las cosas difíciles.
-¿Cómo estaba el clima en ese momento?
-Estaba lloviendo en la mañana, y arriba estaba granizando con cinco grados bajo cero. Pero llevaba todo el equipo necesario para el camino.
La lluvia provocó un barrial en las vegas del Parque Mahuida, pero esta situación hacía que caminar fuera aún más adrenalínico para el excursionista.
"Lo que hice fue subir al cerro Provincia, cerro El Tambor, luego el San Ramón y terminé con el cerro La Cruz. Además, en la noche dormí solo un par de horas".
- ¿Por qué durmió tan poco?
- No dormí mucho por la granizada en la noche. Además, como me excedí en la distancia (3200 metros) a las siete de la tarde ya estaba oscuro.
Entre las cosas que llevaba en su bolso destacaban el GPS, comida, cocinilla y carpa. Artículos necesarios por si la travesía demoraba más de lo esperado.
Al despertar siguió caminando en la oscuridad. "Estaba todo tapado por la nieve. La profundidad era de un metro más o menos. No veía nada de nada", recuerda.
- ¿Sintió miedo en algún momento?
-Ehhh (piensa). Sentí preocupación, porque divisar el refugio era como encontrar una aguja en un pajar. Además, es tan inmensa la montaña que si uno toma un camino equivocado puede costarle la vida. Cayeron 20 cm de granizos en la noche, y si hubiera estado en la intemperie, seguramente, no lo cruzo.
- ¿Había pasado por esta situación alguna vez?
-No, nunca había estado en riesgo de vida. Siempre hay peligro de accidentes, pero con los cursos que hice no debería pasar nada.
Riesgos
El cansancio ya estaba apoderándose del cuerpo de Jaime, pero en su cabeza sólo tenía un pensamiento que se repetía con cada paso que daba. "Estaba enterrado en un metro de profundidad. Me guié con el GPS y un par de huellas que había. Pero mi motivación provenía de mis hijas. Es tanta la energía que uno tiene que dar a su cuerpo que daba un pasito por cada una de ellas", recuerda con mucho sentimiento.
Cuando ya estaba perdiendo la esperanza, vio una luz roja a unos kilómetros. "Estaba en medio de la nada y la luz se prendió y apagó", dice.
Con este indicio de civilización, empezó a andar un poco más rápido para no perder el camino y aprovechar la energía que le quedaba.
Cuando el reloj daba las 21.45 llegó al refugio. "Caminé varias horas a oscuras. Finalmente, fueron 12 horas 45 minutos de ascensión".
Pero él, a diferencia de lo que puede pensar su familia o los lectores, nunca se perdió. "La última conexión que tuve con el GPS me indicaba que me faltaba una hora y media, pero me demoré una hora extra. Ese fue el lapsus de incertidumbre", aclara.
Jaime no se siente orgulloso por este acto, incluso indica que "no es una gran osadía. Sólo es una linda experiencia".
En el refugio se encontró con un francés que practicaba senderismo y un chileno del que se hizo amigo. "Compartimos merienda y me hidrataron durante la noche", comenta.
En la mañana emprendió nuevamente su rumbo cuando paró de granizar como a las 9.00 horas. Su familia se asustó, pero finalmente llegó a su hogar sin novedad.
Sus inicios
Jaime nació y creció en Santiago. Cuando era pequeño disfrutaba corriendo y saltado por todos lados. Él mismo se describe, entre risas, como un niño " inquieto e hiperquinético".
Por su amor al deporte se profesionalizó en su adolescencia. "A los 17 empecé a practicar montaña, excursionismo, trekking y andinismo".
Se inscribió para realizar un curso en la Escuela Nacional de Montaña y, así, obtener los conocimientos necesarios para realizar este deporte con seguridad. Relata que "ahí me fascinó la alta montaña".
Actualmente, vive con su familia en Cerro Arena de San Antonio y cada vez que tiene tiempo va a correr a Santo Domingo. "Voy al cerro o a donde sea", aclara riendo.
- ¿Qué significa para usted introducirse en la profundidad de los bosques?
- Es encontrarse con uno mismo, la naturaleza y las cosas creadas por Dios.
- ¿Y usted ha participado en alguna actividad o ha obtenido algún premio?
-Una de las cosas que aprendí de la vida y en los cursos es pasar desapercibido. Inclusive, me cuestioné esta entrevista y las fotos, porque llevo 30 años practicando este deporte y nunca se me ha pasado por la mente contar mis experiencias. Simplemente, es un rincón íntimo de uno. Es una terapia en donde una analiza la existencia del creacionismo y el evolución en base a los descubrimientos científicos.