Todo parece indicar que si no hay control las normas no se respetan. Eso al menos sucede con las reglas del tránsito. Carabineros en la región se ha empeñado en el último tiempo en intensificar las fiscalizaciones en distintos puntos de la región, especialmente en Arica, lo que se ha traducido en que los conductores evidencien, al menos por un tiempo, una conducta menos agresiva e irresponsable a la hora de manejar un vehículo.

Estos controles se tornan exhaustivos especialmente en fechas y momentos de las semanas en las que los accidentes pueden hacerse más frecuentes. Basta recordar, por ejemplo, que en Arica es un delito recurrente la conducción en estado de ebriedad.

Los controles, sobre todo en la vía pública, entregan una sensación de efectivo cuidado por parte de la comunidad. La gente, el ciudadano común siente que lo están cuidando. Sabe que las normas se transgreden con facilidad y que es bueno que la autoridad esté allí, encima.

¿Cuántos ciudadanos y ciudadanas, usuarios conscientes de las vías se han encontrado con situaciones anómalas que merecen que la ley actúe? No pocas veces es posible ver en calles o en las rutas cómo hay conductores irresponsables que guían sus vehículos en evidente zigzag.

Los controles de Carabineros cumplen con una triple función. Por un lado, demuestran la preocupación que sabemos tiene la institución por el respeto de las normas del tránsito. Por otro, la comunidad se siente más tranquila. Y en tercer lugar, tal como ocurre durante grandes eventos y fiestas, cuando se ve a los policías hacer controles, el chofer de inmediato comienza a respetar las reglas del tránsito. Y en general lo continúa haciendo por un tiempo, puesto que sabe que los carabineros "andan fiscalizando" y pueden estar en cualquier otro punto de la ciudad. A muy pocos les debe gustar que los fiscalicen, pero no es un infortunio que esto ocurra.

Tal vez se debe destinar personal extra para esta acción, pero todo hace indicar que los beneficios que recibe la sociedad en su conjunto son mayores a las molestias o inquietud que puedan sentir algunos conductores a los que no les gusta mucho el control policial.

En Europa y Asia, el uso clínico de sanguijuelas para extraer sangre del cuerpo era milenario y compartía con las sangrías efectuadas con navajas de barbero un modo de tratamiento para reequilibrar los humores del cuerpo. En el continente europeo el empleo de estos animales alcanzó su cenit durante la era broussainiana cuando el médico francés Francisco Broussais afirmó que todas las enfermedades eran producto de la inflamación y que casi todas mejoraban con el uso de las sanguijuelas. Esta práctica llegó a ser tan desmesurada que algunos médicos de la época la llamaban vampirismo. De hecho se aplicaban varias docenas de animales en una sola sesión para chuparle la sangre al enfermo a través de la piel y cada año se importaban de Sudamérica varios millones de sanguijuelas para utilizarlos en Francia, Inglaterra y Alemania, por lo que en 1925 un diputado pidió al Parlamento francés que detuviera aquella locura en la que los médicos llevaban a la tumba a los agricultores de tanto chuparles sangre, cuya cantidad era mayor de toda la sangre vertida en los campos de batalla de todas las guerras conocidas. Sin embargo su uso fue cayendo con el tiempo por lo torturante y lo ineficaz al ser usadas indiscriminadamente. En nuestra era científica se investigó a la sanguijuela o Hirudo Medicinalis encontrándose en su saliva sustancias anticoagulantes como la hirudina, vasodilatadores y anestésicos locales que fueron un gran aporte al tratamiento de reimplante de orejas o dedos y de grandes colgajos de tejidos que se revascularizan en el sitio receptor que al reabsorber los coágulos permiten una circulación más fluida de la sangre venosa, disminuyendo el encharcamiento sanguíneo y la presión venosa, dando a estos vasos un mayor tiempo para reconstruirse.

Como vemos las cosa viejas pueden volver a utilizarse si sabemos cómo y en qué forma hacerlas útiles.