La necesidad de una vida saludable
En alguna oportunidad, nos hemos visto sorprendidos, impactados cuando deportistas fallecen mientras realizan alguna actividad física. Se cuentan casos dramáticos, como de futbolistas que han caído en pleno campo de juego mientras disputan un partido.
Para nadie es indiferente que quienes llevan una vida saludable sufran problemas cardiacos, lo que hace preguntarnos qué sucede con los más sedentarios. Según cifras de la OCDE, más del 25% de la población mayor de 15 años es obesa, porcentaje que supera el 30% en el caso de las mujeres.
Además, la obesidad infantil ha escalado continuamente, alcanzando al 16% en los niños con edades de entre 4 y 5 años. Es por ello, que los padres están mucho más preocupados de la salud de sus hijos y cada vez más existe la costumbre de mirar el contenido de los productos en el detalle de la información nutricional.
A su vez los gobiernos han tratado de impulsar iniciativas como los quioscos saludables, el programa Elige Vivir Sano, entre otras iniciativas que buscan mejorar la calidad de vida de las personas en el tiempo.
Una de las mejores medidas en este sentido, ha sido la de aumentar la información respecto del contenido que traen los alimento y la educación de las nuevas generaciones.
Actualmente los planes educacionales motivan a los niños a consumir más frutas, a beber agua y evitar la comida rápida o "chatarra", sin embargo esto debe ser reforzado principalmente con las conductas de los padres.
Es necesario que insistamos como país en la prevención, con el fin de reducir el riesgo de enfermedades asociadas a la mala alimentación, ya que las medidas tomadas hasta ahora, por buenas que sean, requieren de la colaboración familiar.
Los niveles de estrés que se tienen en la sociedad actual también inciden en la salud física, por lo que llevar una alimentación saludable, nos entregará una más larga y mejor vida.
Por eso, hoy debe ser una meta buscar el hacer de nuestra vida lo más saludable posible, en un amplio sentido. Una vida saludable trae muchos beneficios físicos y mentales.
Evocaciones
Estudiaba en el "Grupo Escolar". Cómo vivíamos en calle Lastarria tomaba una "liebre", para ir a clases y volvía caminando. Con lo ahorrado me compraba un helado, en "La Polar". Una placentera rutina, que cumplía con aplicado rigor luego del colegio.
Era glotón. En casa el "pan nuestro" era más mío que de los demás. Eso, y los helados, me convertían en el gordito del curso, de las fiestas, del grupo. Además me peinaba para el lado -no recuerdo para cuál- generando una combinación festiva para mis compañeros: "El gordito peinado a la cachetada." No sabía qué hacer con mi cabello y sobrepeso. La voluntad no me alcanzaba para evitar el desenfreno culinario, ni la imaginación para resolver mi conflicto capilar.
Acompañaba a mamá cuando se solucionaron ambos problemas. ¡Huyy, que gordito estás, Pecol! dijo la señora Elvita, revolviéndome el cabello y pellizcándome la doble papada. Sus dichos me traumaron. Adelgacé y hasta cambié de peinado.
Internalicé poco en la escuela. Mientras el maestro exponía, yo divagaba. Desavenencias hogareñas, insoslayables, me distraían. Solo su potente vozarrón, interrumpía mi enmimismamiento. ¡Repita lo qué acabo de decir, jovencito!, vociferaba en mi oído. Imposible, claro; mi imaginación se hallaba lejos.
Apremiado a solucionar este nuevo problema, desarrollé una estrategia sicológica. Cuando empezaba a divagar, me obligaba a no pensar.
La perseverancia dio frutos. Me habitué a suprimir una idea para dar paso a otra, a descartar un pensamiento, para reemplazarlo por uno distinto. Tuve éxito. Demasiado. Como el cerebro se condiciona, empecé a obviar cosas. Mi mente pronto se hizo selectiva; si algo me molestaba o no despertaba mi interés, lo soslayaba. Olvidar se convirtió en un proceso mecánico, automático. Durante mi infancia y juventud me sirvió como método de autodefensa. Hoy me inquieta. Exacerba esa desconcentración que se produce de modo natural, con los años. Pero tiene sus ventajas: Si un día el Alzhéimer toca a mí puerta, ni siquiera me daré por enterado.