Cambios estructurales
En medio de una agitada discusión, la reforma laboral avanza en el parlamento y, me temo, sin mucha compasión con la realidad. Para ser justos, todos los que se han referido al tema han dicho que se trata de un primer paso y que falta mucho por legislar en el mercado del trabajo. En otras palabras se trataría de un avance mínimo; que más parece una transacción que equilibra (un poco) la relación de fuerzas entre empleadores y trabajadores sindicalizados. Pero es realmente mínimo. Consideremos que la fuerza de trabajo en Chile son algo más de ocho millones de personas y los trabajadores sindicalizados no alcanzan al millón, es decir un poco más del 10% de la fuerza de trabajo. Además, considere que poco más del 60% de los trabajadores tiene contratos laborales (algo más de cinco millones) y eso incluye a casi un millón y medio de trabajadores que no están incluidos en el Código del Trabajo (empleados públicos, servicios sociales y comunales, servicio doméstico entre otros). Creo que el potencial de sindicalizados apenas superará el 20% de la fuerza de trabajo.
He comentado en otras ocasiones que la reforma tampoco contiene normas nuevas que apoyen objetivos de aumento de la productividad ni de mayor cobertura de beneficios sociales. Pero es que además sigue dejando fuera a numerosos tipos de trabajadores como los públicos, municipales, esporádicos, por cuenta propia, etc.
Además, los cambios del mercado del trabajo están produciendo exclusiones inaceptables en todo el mundo. En Chile la Casen 2011 mostraba que había alrededor de 600.000 jóvenes, entre 15 y 24 años que ni estudia ni trabaja. Los "ninis" podrían ser hoy tantos como los trabajadores sindicalizados y son un fenómeno reciente en Chile, pero que está documentado en países desarrollados hace más de 10 años.
Capacitación, formación para el trabajo, productividad, son temas recurrentes y en Chile están cambiando drásticamente y gritan la participación del Estado. Pero no se oye.