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Los 50 años de un matrimonio que sobrevivió a base de amor

Sobrinos, hijos y nietos se juntaron para sorprenderlos con una nueva ceremonia de matrimonio para conmemorar sus bodas de oro, relación que ha sobrevivido a los momentos buenos y malos de la historia de Arica.
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En la Parroquia Sagrado Corazón la ceremonia se inició, los novios dijeron sus votos y el mágico momento volvió a ser una realidad en la vida de Víctor Rubio y Berta Sáez, una pareja que ha vivido cinco décadas juntos y quieren seguir siendo felices con anillo, familia y todo.

En 1966, luego de siete meses de un intenso "pololeo", la pareja contó que decidieron casarse. Él participaba del comité del club deportivo "Hijos de Tocopilla" tenía 25 años y ese día gustaba del fútbol; ella tenía 17 años y era hija de uno de los integrantes del club; en el estadio, cuando organizaban un evento a beneficio, Víctor conoció a Berta. "Él era el profanador de cunas", contó Berta entre risas; "fue muy persistente, porque a mí no me gustaba, entre el plato único de los eventos que hacíamos, y que luego seguía un baile, los malones que se hacían, ahí nació; yo trabajaba en costura, se ubicó y se daba en Bolognesi, daba vueltas y vueltas, porque tenía una moto, hasta que saliera del trabajo; él fue el que me persiguió, pololeamos de julio hasta enero".

Víctor cuenta que trabajaba en General Motors; "estábamos aburridos en la casa, porque ella tenía una madrastra que no la trataba muy bien, así que decidimos casarnos e irnos a vivir juntos".

Mientras Víctor contaba su flechazo por Berta, ella contaba que también tenía otro pretendiente, y en broma dice que quizás eso fue algo que hizo a Víctor apresurarse en conquistarla y luego proponérsele en matrimonio.

"Se aseguró y por eso apuró la causa, uno nunca sabe" comentó Sáez.

Su nueva vida como casados tuvo altos y bajos, teniendo a su primera hija, en noviembre de ese mismo año; la pareja recibió consejos de un matrimonio cercano a ellos, después de todo ella era muy joven, pero ya sentía el peso de tener que ser adulto "ya que tuve que cuidar de mis hermanos por ser la mayor, llegue a vivir como adulto desde muy joven; los mandaba al colegio, les cocinaba, era la mamá sustituta, y siguieron viviendo con nosotros después de casados".

Luego de tres años con su primera hija Silvania, nació Mauricio, el primer hijo varón de la pareja y faltarían 7 años más para la tercera, Catherine; para luego nacer Johanna en otros 7 años más.

Su vida junto a sus cuatro hijos no fue todo alegría, ya que contaron que más de una vez, los problemas atentaron contra su familia. Durante la dictadura, perdieron su casa por no poderla pagar, por lo que Víctor y Berta se mantuvieron arrendando hasta que se fueron a Santiago en 1982, donde él empezó como chofer de micro amarilla, mucho antes de que cualquier Transantiago ni se pensara en recorrer la capital. En una época dura, la familia fue testigo de dos asaltos a la micro de Víctor, pero él insiste en que ahora ha notado el cambio en la seguridad, "antes era mucho más seguro, quizás por la mano dura del General, pero ahora se le ha quitado mucho poder a Carabineros".

Trece años viviendo en la capital, sus hijos crecieron, estudiaron y maduraron, volviéndose trabajadores, como el caso del único varón, Mauricio, quien es electromecánico, trabajando en reparación de ascensores, mientras la mayor es asistente con niños en riesgo. En 1996 la pareja volvió a Arica, debido a que su hija se vino a estudiar contador auditor a la UTA, por lo que tomaron la decisión de volver junto a ella, "además ya estaba aburrido de Santiago" contaba Víctor.

Su vuelta no fue fácil, luego de trece años, en realidad no vieron a una Arica muy cambiada, pero notaron que la vida era más dura, ya no había tanto trabajo y a él le costó tener un empleo, hasta que logró ingresar a la línea 2 a conducir una micro; "duré poco, cuatro años, me dio una enfermedad grave, que gracias a Dios no lo fue tanto, porque cuando me avisaron me daban cuatro años de vida"

El bajón anímico fue duro, pero su fe, en esa época, en palabras de ambos, logró incluso milagros en todo aspecto; "me acerqué a Dios, estuve con una pierna muy delgada, me complicaba caminar y dejé de conducir, fui a la clínica acá y me enviaron a Santiago hospitalizado por tres meses y no había remedio, me dijeron que en un año andaría en silla de ruedas, ahora quedé usando un bastón; solo gracias a Dios pude recuperarme; he estado yendo a la iglesia constantemente y estamos todas las semanas prácticamente; la fe puede mover montañas y aquí lo ha hecho, porque yo me siento bien, solo que no puedo caminar bien" relató Rubio.

Sus hijos, sobrinos e incluso nietos, les tendieron la sorpresa de volver a vivir la boda, sabiendo que cumplirían 50 años; todos se coludieron para organizarles el especial momento con anillos, invitados, un padre con los votos e incluso fiesta.

Georgelina, la hermana que le sigue a Berta, comentó su felicidad; "en la familia es el primer matrimonio que cumple cincuenta años, así que estamos todos muy felices; yo estoy divorciada, así que estoy contenta por ella".

Juan Carlos Sáez, el hermano menor también se refirió al feliz matrimonio; "ella fue como mi madre, me crió desde los seis años, y el cuñado espectacular, se porta bien, ha cuidado a mi hermana".

Silvania Rubio, la hija mayor, brevemente indicó el cómo cree que sus padres lograron tal hazaña: "La paciencia y tolerancia de los dos, y sobre todo el amor fueron clave para que estén tanto tiempo".

Johanna, la menor del matrimonio, luego de ver a sus padres salir de la iglesia, comentó con emoción que "son 50 años que no mucha gente los cumple ahora y estar en el matrimonio de tus padres, quienes se casaron por segunda vez, muy emocionante; hemos tenido altos y bajos pero la perseverancia nos permitió estar juntos y espero algún día casarme y estar igual que mis padres".

Víctor y Berta describieron el momento como un recordatorio de sus años, en los peores momentos como en lo mejor de sus vidas juntos; "fue como despertar de un sueño que te recordó todo lo que viviste y darte cuenta que estás nuevamente en la iglesia, pero esta vez con la familia crecida; nunca nos imaginamos que podríamos ver a nuestros bisnietos crecer y es emocionante".

Ahora van a vivir sus días tranquilos, dándose por satisfechos de que sus hijos tengan sus propias vidas, sin preocupaciones; la pareja de las bodas de oro seguirán en Arica, visitando a veces a algunos familiares en Santiago. Ella tiene 67 años, él 75 y solo esperan seguir juntos hasta que Dios los separe.