Más recreos que clases
"La muñeca" es la niña más bonita del curso. Me gusta lo bien formadita que es, pero lo del Caqueo viene a ser casi una fijación. Cuando queda tras ella, en la fila, inicia unos meneos chistosos, que provocan nuestras risas. Pero debo reconocer, que la escuela se me hace latosa. Si en el primer semestre mi libreta se llenó de rojos, en el segundo empezó a incendiarse. Por ello es que siempre he mirado con envidia al turco Valencia. Su madre es casada con un pakistaní o turco de apellido rarísimo, por lo que todos usan el de ella, para llamarlo. Él no se fatiga tomando apuntes, pero tiene el mejor promedio de la escuela. Comprobamos su inteligencia cuando el "negro" Requena, hacía clases. Al verlo distraído lo llamó a disertar sobre lo expuesto. Sorprendidos, le escuchamos repetir todo, tal si hubiese tenido una grabadora en su cabeza. El compadre era un genio.
Ese lunes todos sabíamos que en el tercer piso, del primer bloc, haría clases la miss Antonella. Era hermosa, pero sus piernas eran las que atraían miradas, por lo que una multitud de chiquillos fue acercándose al lugar. El turco y yo observábamos desde lejos. Supongo que su elevada racionalidad rechazaba lo que veía. En cuanto a mí, nunca hubiese tenido la presencia de ánimo como para tomar parte. Como las intenciones de los muchachos eran claras, los inspectores intentaron dispersarlos. Fue un espectáculo patético y vergonzoso. Todo acabó cuando tocaron la campana. - ¡Bestias, animales! -repetía el turco, mientras volvíamos a clases. Días después, mientras conversábamos de ello, fue que el Caqueo tuvo su salida de madre. -A lo mejor, dijo, mientras nosotros le mirábamos las piernas, el turco le veía el alma. Salidos de nuestro asombro, dedujimos que el Tribilín y sus clases de religión, lo habrían influenciado, pero igual tardamos en procesar la francesita. Pasado un rato puse un pie delante del otro y, rota la inercia, los demás me siguieron. Cuando llegamos a la fila, el Caqueo ya estaba formado detrás de la muñeca