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Marcela tiene su propio desierto florido en Azapa

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Llegar al predio de Marcela Riquelme es fácil, si se siguen las indicaciones. Pero si usted conoce el valle de Azapa, resulta mucho más fácil.

En la parcela, ubicada en el kilómetro 20, un poco más abajo del sector Puntilla, se encuentran las hermosas flores que Marcela cultiva con dedicación, es que el amor por las flores proviene de familia.

Marcela proviene de la Quinta Región, pero un día un tío la invitó a la celebración de carnavales de Camiña en 1990, donde la familia celebraba y recordaba las costumbres del pueblo. En esa oportunidad Marcela conoció a un joven, quien hoy en día es su esposo.

"Aquí en Azapa conocí a mi esposo, me enamoré y me casé. Luego nos mudamos al valle por el año 91, cuando aquí todavía nose cultivaba en los cerros", recordó Marcela Riquelme.

En eso años la vida no fue fácil para ella, ya que junto a su esposo tenían la misión de hacer producir el pedazo de tierra seca y pedregosa que fue su predio hace 20 años atrás.

Como toda familia Azapeña de esa época, el joven matrimonio se dedicó a cultivar tomates; con esa producción tuvieron altos y bajos, ganancias y pérdidas constantes. Esa inestabilidad los hizo decidirse por los claveles el año 1995.

"Mi esposo era el que se dedicaba al negocio de los claveles y yo le ayudaba cada vez que podía. Ahí fui aprendiendo por cuenta propia. Los claveles tenían buena aceptación y nos fue algo mejor que con los tomates", cuenta Marcela, mientras recorre las filas coloridas de su cultivo actual.

Al mismo tiempo que cultivaban claveles , Marcela se dedicó a plantar chirimoyos, paltos, mangos y cuanto árbol frutal se podía. Es que la idea de vivir rodeada de cerros muy desérticos no le gustaba mucho, por eso se esforzó en cultivar la tierra para llenarla de verde. Por eso ahora su casa esta rodeada de diferentes frutales que le dan ese toque sureño que Marcela tanto recuerda.

Un día de esos inesperados, una coordinadora de Prodemu la invitó a una charla para capacitar a mujeres con ideas emprendedoras de negocio.

"Prodemu nos capacitó por tres años, me sirvió bastante, ahí aprendí a cultivar otro tipo de flores junto a otras mujeres de mi grupo, porque éramos varios grupos de a seis las que participamos.Pero en la actualidad solo yo seguí con el negocio de las flores", afirmó Marcela.

Gracias a esa capacitación, ella se convirtió en usuaria de Indap, después trabajó con Inia y con el tiempo pudo postular a diferentes fondos concursables. "Me acuerdo que me gané un Programa de Desarrollo de Inversiones (PDI) de Indap y así comencé a trabajar por mi cuenta, porque con eso pude comprar material vegetal para trabajar con las flores", recordó Marcela.

Con la experiencia adquirida, esta joven madre de dos hijos comenzó a trabajar con diferentes variedades florales y colores, hasta que escogió cultivar gerberas, clavelinos entre algunas flores de acompañamiento.

Hoy en día, sus labores se dividen entre la casa y el cultivo de las gerberas y clavelinos que tienen en grandes invernaderos de malla antiáfidos. Es que es época de plena producción por eso debe cortar sus flores con mucho cuidado y empaquetarlas para ser enviadas a Iquique, ciudad donde se comercializan.

"Todos piensan que mi casa esta llena de flores por dentro, pero no es así. Para qué si tengo mis invernaderos lleno de flores y las veo todos los días", aclara.

De cada invernadero de gerberas, Marcela corta entre 100 a 200 paquetes a la semana . Mientras que de clavelinos corta alrededor de 100 paquetes.

Todo esto es el resultado de 3 meses de cuidados. Ahora por fin Marcela ve los frutos de su esfuerzo. Está contenta y se le nota, por eso cada vez que corta una flor para armar un paquete sonríe y cuenta que tiene más variedad de colores que la misma flor de 7 colores.

"Aquí se producen estas flores a muy poca escala, es que la gente todavía no se arriesga con este tipo de cultivos, prefieren lo tradicional y porque además ven el costo que deben asumir, ya que estas flores necesitan ser cultivadas en malla antiáfida", asegura.

Si bien Marcela estudió contabilidad, ahora su pasión son sus flores.

Las mira detenidamente para seleccionar las mejores y así se pierde en cada hilera que parece un arcoiris atrapado en un invernadero. Es que no le encarga ese trabajo a cualquiera, ya que cuenta que hay que saber bien el punto exacto de la flor para cortarla. "No es llegar y hacerlo, hay que saber", dice.

Al salir de su invernadero, que colinda con una pequeña huerta de frutillas, y papayas. Marcela acaricia a Escooby, un perro de raza boxer y le agradece su compañía, mientra el can mueve contento su colita mientras sonríe, aunque ya tiene sus colmillos se ve tierno y ágil. (sus años, nadie sabe cuántos tiene)

El predio de Marcela ha recibido visitas de todos lados: desde giras técnicas, universidades, agricultores emprendedores, cursos de diferentes proyectos, hasta ministros.

Marcela dice que gracias a las herramientas que le entregaron para salir adelante, ella pudo lograr su meta, por eso agradece la ayuda abriendo las puertas de su hogar a los visitantes. J