5 frases para el bronce del profesor del chiste corto y sonrisa amplia
Alas 23.03 del martes abandonó este mundo Darío Julio Carrasco Cerda (72).
Profesor de Historia y Geografía egresado de la Universidad de Chile en 1966, dentro de lo que tuvo este también amante de la filatelia, el ajedrez y Frank Sinatra, fue su inconfundible sentido del humor, el que traducía en frases por cada clase que hizo en los tres establecimientos donde trabajó: Liceo C-3 (hoy B-4), Junior College y Santa María. Aquí, parte de ellas.
Si bien la frasecita suena harto hoy en día, incluso en el eslogan de una conocida universidad, el docente la ocupó desde mediados de los '90, y hacía alusión a lo didácticas que podían ser sus clases, en las que el hombre era capaz de convertir una alumna en Paula Jaraquemada, un alumno en Bernardo O'Higgins, 10 pupitres en una caballería y un pizarrón en la Batalla de Cancha Rayada. Ídolo.
Era parte del discurso de ingreso que tenía el profesor al comenzar una clase cuando veía a alguna mujer peleada con la peineta o llenándose el cabello de trenzas bahianas, tan famosas por 1997.
Claudia, la hija menor de Darío Carrasco, cuenta que si hay algo destacable por todas las cosas que el hombre tenía, era su humildad. Quizás de eso se vanagloriaba cuando en plena clase, se metía la mano al bolsillo, sacaba billetes de mil y los lanzaba sobre la mesa o al suelo, acompañado de un "¿plata? Para qué quiero plata. Para mí estos son puros papeles y no me sirven", era parte de su ironía.
A pesar de que era amante de la Universidad de Chile, Carrasco siempre tuvo una fijación en los arbitrajes, a tal punto que los lunes los comentaba en clases. De ahí que una de sus frases más antiguas fue "tarjeta amarilla, señor..." para quien metía más bulla de lo debido, y "tarjeta roja, señor..." para el que ya se creía la guinda de la torta. Eso sí, el hombre era tan de corazón, que a varios los perdonó con tarjeta rosada en vez de roja.
En 1996, a algún cerebro del Junior College se le ocurrió pintar la multicancha color celeste. A esa misma multicancha, Carrasco la llamó piscina. Cuando algún alumno no ponía atención en clase, la idea era que de castigo, éste diera 5 vueltas alrededor de lo que el llamaba "piscina" y de ahí, volviera. J