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Faltan esfuerzos para mayor acceso a la educación superior

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"Yo trabajaba contando las cajas y las verduras y todo lo que se cosechaba en un fundo. Veía que los que administraban parecían tener mejores ingresos. En un momento pregunté qué habían hecho ellos y me contaron que habían estudiado en la universidad. Entonces dije 'yo quiero estudiar en la universidad, también quiero eso para mí'".

Por eso fue que la hoy académica de la Escuela de Administración y negocios de la Universidad de Tarapacá, Mónica Navarrete Álvarez, se empeñó en terminar el cuarto medio y presentar la prueba escrita para lograr su paso a la universidad.

"Pero, claro, como estaba en un colegio municipal de muy básica formación y la prioridad en mi casa no era estudiar, no me fue muy bien en la prueba", reconoce la profesora. Ese fue el motivo por el que no logró ingresar a alguna universidad de Santiago. Pero sí le alcanzó para iniciar su pregrado en la Universidad de Tarapacá, de Arica.

Navarrete Álvarez es de Melipilla. Dice ser la única de la comuna que viajó, tan lejos, a estudiar una carrera profesional. Por habitar en zona rural y ser hija de padres campesinos supo que debía esforzarse un poco más si quería "romper el círculo de la pobreza" y no estar destinada a ser solo dueña de casa antes de los 18, como las demás muchachas del pueblo.

A mediados de la década del noventa, cuando la profesora inició la carrera de Ingeniería Comercial en la UTA, las condiciones en el país en materia de educación eran más difíciles que ahora. No obstante, pese a los avances de los últimos 20 años, las condiciones de dificultad para los habitantes de las zonas rurales en el acceso de la educación se mantienen.

Según estadísticas aportadas por la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional, CASEN, a nivel regional, en Arica y Parinacota, las personas que habitan la zona urbana logran en promedio 11 años de escolaridad mientras que los de la rural apenas alcanzan los 9.

Frente a lo anterior el seremi de Desarrollo Social, Julio Verdejo Aqueveque, manifestó que "definitivamente la población rural tiene mayor dificultad para acceder a la escolarización, que las personas que viven en el área urbana".

A su vez, el acceso desigual a la escolarización, está relacionado con el nivel socioeconómico de las personas. La tabla CASEN de Años Promedio de Escolaridad de las Personas de 15 años o más por Sexo y Quintiles de Ingreso Autónomo Regional muestra que a mayores ingresos, aumenta la escolaridad promedio de la población.

Gladys Tarque Apomaita, vive en el kilómetro 19 del Valle de Azapa, junto a su esposo y sus cuatro hijos. Mientras ella es vendedora de ropa y juguetes en el Agro Asocapec, su esposo es agricultor del Valle.

Los ingresos de Gladys suman alrededor de 400 mil pesos, que reparte entre alimentación, transporte y necesidades escolares de sus hijos. Su esposo recibe el producido cada tres meses, en la cosecha. Es con lo que pagan el arriendo y los servicios básicos.

Por tener ficha de protección social con puntaje 3100, la educación que reciben sus hijos en el Liceo Agrícola José Abelardo Núñez es completamente gratis, además, reciben facilidades del transporte y alimentación. Sin embargo, el problema se presenta en el acceso a una educación superior.

La hermana de Gladys, Erika Tarque Apomaita, dice querer estudiar en la universidad para luego laborar en la Aduana, pero sabe que debe ahorrar mucho para lograr el dinero necesario. Siente que no podría trabajar y estudiar, porque el tiempo que requiere su trabajo en el Agro no le permitiría dedicarle atención al estudio. Y "debo pensar que tengo que tener plata para vivir y para estudiar… puedo vivir con unas 300 lucas mensuales, pero necesitaría 200 más para estudiar".

Las estadísticas aportadas por la Encuesta CASEN grafican que los jóvenes de 14 a 17 años que asisten a la educación media, en el 2013 registraron en total una mayor tasa de asistencia con un porcentaje de 95,4. Los esfuerzos de cobertura en la región han surtido efecto, representados en el incremento en comparación con la cifra de 2009, que fue de 93%.

Pero en lo referente al nivel educacional superior, en las últimas tres mediciones la tasa de asistencia bruta en la región descendió 2.2 puntos porcentuales. "Siendo los hombres el estamento que mayor baja sostuvo con un 5% desde la medición del año 2009. Las mujeres se han mantenido estables con una tasa de asistencia del 47%", añadió el seremi Julio Verdejo.

Entonces, de acuerdo a la tabla del CASEN, la situación de Erika es una constante. El seremi explica que del primer al cuarto quintil hay un comportamiento regular en el acceso a la educación, donde la mayor proporción cuenta con educación media, -pero que- sólo las personas que viven en hogares del tercer, cuarto y quinto quintil (sobre todo el último), tienen un 25% más de posibilidades de ingresar a la educación superior".

Por lo general, lograr escalar académicamente hasta una educación superior como pregrado y posgrado, mejora las condiciones económicas. "A mayor escolaridad mayor es el ingreso promedio de la ocupación principal. Sin embargo, sobre los 11 años de estudios se genera una brecha en el ingreso entre hombres y mujeres que sólo se mitiga a los 17 años de escolaridad", explica Verdejo Aqueveque.

Es decir, que la desigualdad se reduce al lograr finalizar un pregrado, al menos. No obstante, la posibilidad no está disponible para todos.

Según la CASEN, solo el 45.1%, es decir, menos de la mitad de los jóvenes entre los 18 y 24 en la Región de Arica y Parinacota acceden a la educación superior. Pero el 32, 9% de los jóvenes entre 19 y 29 años abandonan la carrera. Solo el 13,0% completan el nivel profesional.

Por otra parte, las cifras que abordan el nivel educacional de posgrado en la región no reportan personas del quintil de ingresos más bajos que hayan logrado acceder; el quintil II, solo cursa posgrado el 0,1%; y de los III y IV, un 0,2%.

Aunque el 2,0% del grupo poblacional con más ingresos alcancen el nivel de posgrado, sigue siendo una cifra muy baja en la región en comparación con otras.

Renato Briseño Espinosa, es en la actualidad el Seremi de Medio Ambiente. A sus 18 años realizó pregrado en ciencia política en la Universidad Diego Portales, posteriormente, un par de maestrías y diplomados. Cuenta que un ariqueño que estudie en Santiago necesita entre 500 y 600 mil pesos mensuales. "El costo es alto", dice.

Briseño confiere el logro a la ayuda de su familia. Tienen una empresa familiar que inició su madre hace 40 años, el Colegio North American College. Ella era educadora de párvulos, egresada de la Universidad de Tarapacá. Luego de su fallecimiento, el hermano quedó a cargo del colegio.

El seremi de Desarrollo Social, Julio Verdejo, explica que en la región se puede observar que "en los niveles superiores los hogares no pobres tienen mayores posibilidades de concluir su nivel educacional que los hogares pobres". Así, las brechas de desigualdad se perpetúan. Dado que, como lo señalan las estadísticas CASEN, a menos nivel de escolaridad menores ingresos. Según la tabla de Ingreso Promedio de la Ocupación Principal por Años Promedio de Escolaridad, las personas con menos de ocho años de estudio alcanzan ingresos de entre 200 y 400 mil pesos. En tanto profesionales con 17 años académicos, superan el millón de pesos en ingresos mensuales.

La profesora de la universidad de Tarapacá, ejemplifica la afirmación anterior. De sus cinco hermanas, solo la menor siguió la universidad. Las demás realizaron cursos de contabilidad y administración, con lo que laboran en actividades técnicas y administrativas. "Yo veo la diferencia en términos remunerativos y mis logros alcanzados respecto del de ellas que; teniendo la misma base, son abismalmente diferentes".

Por su parte, Renato Briseño agrega que, si bien hay una razón que tiene que ver con mejorar la renta y para sustentar las necesidades que el ser humano posee, la educación también tiene que ver con el desarrollo intelectual, con la búsqueda de la felicidad y en ese sentido una buena base educativa sirve para recorrer mejor ese camino".

En esa línea, la profesora Navarrete destaca que primero es la intención y el estimulo personal, que en su caso, después de decidir salir de Melipilla para estudiar en Arica, realizó su doctorado en la Universidad Autónoma de Madrid en España. Pero ese interés que muestra un joven tiene que empatar con el apoyo institucional.

"Yo creo que hay mucho que hacer en Chile. Hay niños de colegios municipales y subvencionados que tienen muchísimo talento, pero no es posible desarrollarlo porque la educación actualmente no les entrega las herramientas necesarias", sostuvo.

Dentro de este proceso, sin duda, hay un reconocimiento compartido de que hacen falta esfuerzos políticos para una educación que disminuya las brechas de desigualdad. Las últimas marchas estudiantiles se han desarrollado bajo la consigna de "Queremos una educación libre y equitativa. Una educación de calidad para todos y libres de deudas". J