El pasado domingo 24 de mayo se realizaron elecciones municipales y autonómicas en España, en donde se puso fin al bipartidismo existente en ese país por más de 25 años, en el cual se rotaron en el poder los partidos popular y socialista, representando generalmente cerca del 70% de la población electoral de España. Esto claramente terminó el domingo puesto que ambos partidos sólo alcanzaron poco más del 50% de los votos.

Las razones de esta situación hay que buscarla sin duda en la crisis económica que vive el país desde el año 2010, que ha tenido como una de sus principales consecuencias la subida del desempleo sobre el 25% de la población, como asimismo en el descubrimiento de innumerables casos de corrupción que involucran a los dos partidos mayoritarios.

En este contexto de crisis, hace cuatro años atrás surgió el movimiento 15-M (Mayo) o de los indignados, en el cual se produjeron una serie de protestas pacíficas en España, con la intención de promover una democracia más participativa alejada del bipartidismo PSOE-PP y del dominio de bancos y corporaciones, así como una auténtica división de poderes y otras medidas con la intención de mejorar el sistema democrático. Con el paso del tiempo este movimiento se transformó en un partido político conocido como Podemos, que precisamente obtuvo un gran triunfo en estas elecciones puesto que lo más probable es que se haga con el poder de las dos más grandes ciudades de España, Madrid y Barcelona, y además tiene la llave para influir en que partidos de izquierda puedan dominar en cinco comunidades autónomas y en cientos de alcaldías.

Esto es sólo un anticipo de lo que podría ocurrir en las elecciones generales del mes de Diciembre en donde el Partido Popular podría perder el poder, puesto que en estas elecciones perdió más dos millones de votos. Lo ocurrido en España tiene que servirnos de antecedente para lo que pudiera ocurrir en nuestro país en los próximos años.

Si bien Argentina ha sido el foco de los últimos casos de violencia más connotados en el fútbol continental -especialmente después de lo que ocurrió con el partido entre Boca Juniors y River Plate por Copa Libertadores- este fenómeno se extiende con mayor o menor medida en diferentes países donde el fútbol desata pasiones, por cierto, en muchas ocasiones de carácter insanas.

No se pueden soslayar los mismos hechos ocurridos también en Chile durante el último torneo, que observó cómo barristas manifestaron en diferentes encuentros un comportamiento más de delincuentes que de aficionados a este deporte, hechos que quedan lamentablemente evidentes en los clásicos de mayor convocatoria.

Es por eso que uno de los desafíos que enfrentará la organización de la Copa América en nuestro país, será controlar los eventuales focos de violencia que puedan asomar en el contexto de esta competencia, ya sea en los estadios o en las actividades relacionadas.

Esta semana, el tema fue abordado por el subsecretario del Interior, Mahmud Aleuy; el jefe del Plan Estadio Seguro, José Roa, y el intendente metropolitano Claudio Orrego, con la idea de afinar procedimientos en vista de la ya cercana competencia. Las coordinaciones recurren también a un convenio suscrito el año 2014 con los países del Mercosur, cuyo objetivo es compartir información sobre hinchas que tengan antecedentes de violencia en los estadios.

Hasta ahora, se ha logrado identificar a más de mil cien potenciales hinchas peligrosos, quienes poseen antecedentes precisamente de violencia en estadios de fútbol. Ante esta situación, los controles fronterizos serán estrictos a la hora de evitar el paso de estos aficionados al país.

Sin embargo, no se puede olvidar la responsabilidad que tendrá la hinchada nacional y el ejemplo que el público local tendrá que dar, para encabezar una competencia en donde gane el deporte.

El evento tiene que destacarse por lo que es en sí mismo, y no por lo que de él pueden hacer aquellos mal llamados hinchas.