Mensaje presidencial
Eran muchas las expectativas con el Mensaje Presidencial del jueves, considerando el momento que vive el país y las señales que se esperaban de la Presidenta en este y varios otros ámbitos.
En rigor, los jefes de Estado rinden cuenta a la Nación de los avances del último año, aunque también son usados como una tribuna para enfatizar aspectos de lo que vendrá.
Es probable que buena parte de la lectura del mensaje esté más en las omisiones, que en lo explícito y eso genera, tanto críticas, como suspicacias. No se habló de la violencia en La Araucanía, o de desafíos más concretos en nuestra región.
Ello provoca sorpresa, o incomodidad, en la población que espera un detalle más directo de la principal autoridad de la Nación; dejando en claro que ello es potestad exclusiva de la Jefa de Estado.
Por ello es plausible sostener que se extrañaron comentarios y acciones respecto a los puntos citados.
No fueron los únicos. También resaltaron por su ausencia otros ligados a lo económico; aspectos en los que hay dificultades complejas, en materia de crecimiento, inversión y empleo. Chile tiene aquí problemas más graves de los que cita el gobierno y se requiere conocer medidas más concretas y no sólo meros comentarios.
Lo mismo con temas como el cambio de Constitución, o reforma laboral, materias que pueden determinar severamente el rumbo inmediato de la Nación. Las interrogantes siguen vivas. Por eso era clave tener señales más potentes de autoridad.
La Presidenta ha retrocedido en su respaldo y ello hacía más patente la urgencia de un mensaje que fuera tan categórico, como tranquilizador.
Con todo, es absolutamente clave que el país esté unido en estos tiempos complejos. No es el minuto para la crítica y el aplauso fácil, o el deseo de destrucción que muchos parecen sugerir. Chile tiene desafíos grandes por delante y sólo el consenso allanará lograr esos anhelados resultados.