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El río San José

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Tiene su historia. Intermitente, baja de vez en cuando. Parte del año su lecho se convierte en vertedero de basuras. No recuerdo la fecha en que ocurrió el violento imprevisto pero creo que fue en la década de los setenta. Todo normal en la Universidad de Chile, sede Arica. Por razones de horario (18:00 a 21:00 horas) tres profesores desarrollábamos nuestras cátedras en la Facultad de Educación: Carlitos Fuentes ( psicología), Rafael Montecinos (metodología) y el suscrito (Orientación) frente numerosos alumnos de los cursos superiores de pedagogías. Cumplíamos nuestras tareas cuando el bullicio de numerosos militares se hizo presente en el edificio de Velásquez. Disgustados, consideramos tal acción como un atentado a la autonomía universitaria y las reacciones no fueron las mejores. Otras Facultades que desarrollaban sus labores se unieron a las protestas. Poco demoramos en reconocer garrafal error… los presuntos "invasores" habían ingresado para avisarnos que debíamos abandonar urgentemente el edificio, pues el San José venía arrasando con todo. Cumplían con avisarnos que la violencia del caudal amenazaba con evidente riesgo a la Universidad, hotel "El Paso" y vecindad del sector ubicados muy cerca de la desembocadura. Nos disculpamos. Desbordado, superaba las partes más altas de su cauce. El sector oriente de Arica estaba seriamente afectado, la cancha de la Liga de Empleados inundada, casas y calles anegadas. Algunos logramos salir rápidamente, otros prefirieron la parte superior del edificio. El primer piso se inundó completamente. El barro y grandes piedras lo dañaron todo. De la biblioteca ni hablar. El Hotel "El Paso" casi desapareció. El pánico fue fenomenal. El San José ha seguido causando inconvenientes, algunos leves, otros severos: inundación del Grupo de Formación Policial de Carabineros, puentes, vías férreas, el camino al Santuario de Las Peñas varias veces en la miseria. Merece atención. La naturaleza actúa sin aviso. El imponente "Calbuco" y compañía, por años dormidos, sumados a las interminables trepidaciones constituyen ejemplos.

Una región más longeva

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Arica es una ciudad que se vuelve más adulta. Esta realidad responde a un fenómeno que no sólo se da en nuestro país, sino que a nivel mundial y en Sudamérica, donde la tasa de envejecimiento ubica a Uruguay en el primer lugar, seguido por Chile. De acuerdo a la encuesta Casen 2013, en la zona hay cerca de 25 mil habitantes que superan los 60 años, lo que representa casi un 17% de la población.

El alza en la edad promedio de nuestra ciudad se viene dando desde mediados de la pasada década y se espera que para el año 2025, la proporción de población adulta sea la misma prácticamente que la de los menores de 14 años, manteniéndose el actual ritmo de envejecimiento que hoy se presenta.

Más allá de las estadísticas, se trata de una realidad que impone desafíos transversales a la sociedad ariqueña. Esto, porque si bien recae una responsabilidad importante en el Estado por velar de los mayores, la calidad de vida de los más adultos también depende de cómo sean tratados en la vida cotidiana.

Factores como el clima benigno y los costos de la vida, principalmente en la alimentación, alientan no sólo a envejecer en Arica sino a que también lleguen mujeres y hombres a pasar su adultez mayor a la zona. Con todo, tienen que darse otras condiciones, entre las que destacan una adecuada oferta de salud y una cultura de la inclusión.

La facilidad en accesos y desplazamientos, por ejemplo, son fundamentales para que los adultos mayores puedan tener una efectiva participación y una vida activa en nuestra sociedad. A ellos se debe sumar la responsabilidad de la ciudadanía, de integrar y hacer sentir parte de la vida cotidiana a los mayores.

El respeto y la consideración hacia los mayores es una tarea cultural, en medio de un mundo que valora cada vez más la vitalidad, la juventud y la belleza física, por sobre la experiencia y la calma que vienen de la mano con los años. Esa consideración no sólo redundará en una mejor calidad de vida de los adultos mayores, sino que también en un reconocimiento y valoración por parte de la sociedad.