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El profesor "cachurero" de la historia nortina

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A primera vista parece solo una biblioteca pequeña en cualquier otra antesala. Cinco segundos después, usted se da cuenta de que es el santuario de Gilberto Capetillo. Un lugar que guarda fragmentos de la historia de la humanidad, la historia nacional, pero sobre todo, de la región norte, de Arica.

El pequeño museo amenaza con ir invadiendo discretamente la sala, el comedor, hasta las piezas. "Pero, ya le he dicho, que ¡de aquí no pasa!", dice Marianela Garrido, convencida, pero es el aire de complicidad conyugal el que no permite creerle.

Él quisiera saber por dónde empezar a enseñar sus reliquias ¿Por las antiguas enciclopedias universales? ¿por los documentos del plebiscito Tacna-Arica? o ¿los textos originales firmados por expresidentes, como Eduardo Frei Montalva o Domingo Santa María? Mejor por los archivos de las cien oficinas salitreras de la Pampa del siglo XIX.

¡No! Más bien muestra una foto de Arica antigua ¡un atardecer en Arica del año 40!; la fortificación del Morro, antes de ser museo; la construcción del Hotel Pacífico; ¡oh, la gran perla del Norte!

No es fácil elegir lo más interesante para mostrar las posesiones de una pasión que inició a los cinco años con piedras de colores y que con el tiempo se convirtió en la acumulación incontenible de antigüedades, ya con el conocimiento adquirido en la Universidad de Tarapacá, de donde se licenció en Historia en 1984.

De otro álbum, ya no de fotos sino de esquelas, muestra su "favorita". Entre comillas, porque no se le puede creer que tenga preferencia entre cientos de tarjetas de inicios del siglo XX, de las que él mismo dice que valora lo bello de la humanidad, sus formas de pensar, tan inocente, tan sentimental, de tantas palabras escritas dedicadas. Solo lo dice por la obligación de responder a la tonta pregunta de cuál era su favorita.

Ahora enciende una radio de onda corta de 1945, que, comúnmente en la noches, le ha dejado escuchar emisoras de Argentina, Ecuador, Cuba y Norte América. Pero hoy solo sale el murmullo fastidioso de las emisoras cuando no dicen nada.

¿De dónde ha sacado tantas cosas antiguas? "De todos lados. En ferias de las pulgas, en intercambio con personas", dice. Poco a poco usted se irá enterando de que además ya hay gente que conoce su obsesión y lo contacta para venderle o regalarle los objetos que sus parientes van dejando.

Pero hay un secreto más: no pasa un fin de semana sin ir al Agro. Es su ritual y su lugar sagrado, donde compra las cosas muy baratas, porque "la gente ignora el gran valor que tienen", hasta el punto de ser desechados. En la basura ha encontrado piezas que hoy hacen parte de su amada colección. Este profesor de historia y geografía del Colegio Integrado Eduardo Frei Montalva es un cachurero de la historia.

Entre sus cachureos conserva un telégrafo, un teléfono del Ferrocarril Tacna-Arica, hasta la identificación de un ferroviario de ese tren, nacido en 1904. Y un par de timbres de llamado, una llave del cuarto 330 del Hotel Pacífico, hasta una tapa de un baño marcada con letras azules del extinguido hotel. Y una cocinilla, ollas, planchas, y otros instrumentos domésticos elaborados con hierro dulce. Sí, así de antiguos.

Y un par de máquinas de escribir Underwood y una más, pero de coser, una little comfort. "Dicen que hay 34 en el mundo, pues yo tengo la número 35".

Una moneda conmemorativa del Mundial de 1962 y una colección de 600 vinilos, que ha inscrito en una agenda sus ubicaciones para hacer más fácil su búsqueda cuando quiera hacer sonar alguno. Y billetes y monedas y, y, y. ¡Cuántas cosas más! Grandiosa herencia a sus hijos Álvaro, Diego y Javiera Capetillo Garrido.

"¡Pero sin venderlo!", dice Marianela, esta vez si muy segura. Una colección tan de él como de ella, aunque no le gusten sus libros. Ella le ayuda a su esposo a limpiar, a organizar, y en el terremoto del año pasado no hubo quien la convenciera de abandonar la vitrina de las caracolas, aunque se movieran las lámparas, el techo, las puertas.

Es una colección invaluable, que no se vende. "No vivo de vender sino todo lo contrario. Ojalá nunca tenga que venderla. J