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Cristian Astudillo, el vendedor de pañuelos desechables más querido de 21 de Mayo

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T ras la campaña iniciada por Leonardo Farkas donde anunció que premiaría a los 10 mejores trabajadores chilenos con 5 millones de pesos han sido decenas las candidaturas que aparecieron a nivel nacional contando historias de esfuerzo y lucha de distintos chilenos.

En Arica, una de las candidaturas que más apoyo ha tenido de parte de los cibernautas ha sido la de Cristian Astudillo, un joven que hace 7 años vende pañuelos desechables en 21 de Mayo y que cada día, pese a la discapacidad motora que lo aqueja, se levanta con una gran sonrisa en el rostro. Sonrisa y alegría que lo ha hecho querido y famoso en el paseo 21 de Mayo, donde vende sus pañuelos "originales y buenos" a 250 pesos.

Cristian (31) cuenta que le gusta viajar y que ha conocido en bus Illapel, La Serena, Concepción y Temuco.

"Viajo sólo porque me gusta conocer distintas ciudades", dice risueño.

Agrega que está soltero, pero tranquilo y que espera que su polola "llegue sola". Le gusta el reggaeton, la salsa y la cumbia y en su venta de pañuelos desechables dice que le va bien y que "como en todo, hay días buenos y malos".

En sus días buenos gana entre 10 y 15 mil pesos y se levanta todos los días cerca de las 9 de la mañana en la casa que habita con sus padres en la población John Wolfe.

Su madre, María Inés Ibacache, dice que a Cristian no le gusta que le hagan nada, que él es independiente y hace todas sus cosas solo.

"Él se hace su cama, se baña sólo, toma el colectivo U verde y se instala acá en 21. Estuvo en la Teletón muchos años y creo que eso le ha ayudado en su independencia. Trabaja porque le gusta, antes se aburría en la casa. Empezó con parches curitas y después se cambió a los pañuelos", asegura su madre, quien trabaja como secretaria de la Escuela República de Israel.

María cuenta que para Cristian la vida no ha sido fácil. Cuando nació sufrió una asfixia perinatal que lo tuvo muy grave durante sus primeros días de vida. Con el tiempo y la ayuda de los médicos del Hospital de Illapel (donde nació) se pudo recuperar satisfactoriamente, pero quedó con un problema motor de por vida que le produjeron la muerte de células cerebrales.

Fue uno de los primeros pacientes que tuvo el Instituto Teletón de Arica y fue dado de alta a los 19 años.

"Él es muy esforzado, nunca le ha gustado que le tengan lástima. Es muy coqueto, solidario con su familia, espontáneo y le gusta venir a trabajar porque se entretiene y acá en el centro todo el mundo lo conoce".

Estudió técnico en administración en el Liceo Domingo Santa María y su ex compañero, Cristián Rivera, dijo que era un excelente amigo además de inteligente.

"Cuando íbamos al colegio, estudiábamos juntos. Un día estudiamos matemáticas, le ayudé y después él se sacó mejor nota que yo. El Cristián es picarón también y acá está bien ubicado porque ve a todas las promotoras pasar. Es un cabro esforzado que se merece ganar el premio de Farkas. No se amarga por su condición sino que da la lucha diaria".

Cuando le preguntan que haría si se ganara los 5 millones de Farkas, Cristian dice que haría un negocio, "una fábrica de pañuelos", cuenta riendo.

Su medio de movilización o "sus piernas" como dice su madre, es un burrito que él mismo se compró, pero que ya está gastado por el uso y que, debido a la altura del carro, lo hace agacharse mucho, situación que podría a futuro generarle problemas en su espalda.

"Su carrito lo usa harto, anda para todos lados con él y no le gustan las sillas de ruedas porque son muy aparatosas y así anda más libre", dice María.

Asegura que en la línea U verde, colectivo que toma a diario para trasladarse al centro, lo quieren mucho, pero que no falta quienes de repente no le paran.

Su sueño sería que a las personas con discapacidad se les abrieran las puertas laborales fácilmente, pues a su hijo se le ha hecho muy difícil encontrar un trabajo estable y por eso que decidió salir a vender al centro.

Cristian se instala entre 10 y 11 de la mañana en 21 de Mayo a la altura de Colón. Se sienta en su silla, saca su cajita con los pañuelos, y observa hasta las 20 horas, el pasar de los transeúntes de 21.

Sus clientes lo saludan, los comerciantes le dicen si tiene cambio, otros le gritan "wena Cristian gánate el premio de Farkas" y él se ríe como siempre lo hace. Cuando le preguntan qué piensa del rubio empresario dice "que es la raja porque ayuda a la gente que necesita". Almuerza en "La Bomba" y se levanta cada día con la esperanza de juntar su platita para seguir viajando y cumpliendo su sueño de conocer Chile. J