La Feria "Máximo Lira" y su lucha por sobrevivir
Un duro momento vive uno de los patrimonios más queridos de Arica, todo por que el progreso ha sabido cómo hundirlo poco a poco.
La Feria Internacional "Máximo Lira" se encuentra con los días contados, luego de ser el principal centro turístico de la ciudad a finales de los 70' y comienzos de los 80'. Así lo admiten los locatarios de un recinto que no sólo se enfrenta a la escacez de público, sino que además debe superar decenas de baches legales.
PUNTO DE ENCUENTRO
La historia comienza en 1977. En épocas del alcalde Manuel Castillo Ibaceta, cientos de comerciantes ambulantes poblaban las calles de un creciente centro ariqueño. Como medida, el edil decidió establecer en un mismo sector a los trabajadores, muchos de ellos de ascendencia boliviana. En total, fueron más de 120 las personas que se instalaron en lo que es ahora calle Máximo Lira, a un costado del puerto.
En un principio, la imagen se asemejaba a lo que es ahora la Feria Dominical, con cientos de puestos ofreciendo productos de Chile, Perú, Bolivia, Argentina y Brasil.
Pasarían cuatro años antes que los tenderos obtuvieran un espacio físico. En ese tiempo, el número de ambulantes se redujo drásticamente, hasta llegar a cerca de 45. Todos ellos tienen su respectivo local hasta nuestro días.
"Mi hija menor nació acá, tiene más de 30 años. Estamos desde el principio, somos los fundadores", relata Adelma Baltazar, actual presidenta de la Feria Internacional.
- En Chacabuco había muchas personas que trabajaban de ambulantes. Nosotros estábamos en Maipú. Nos juntaron a todos y nos colocaron aquí. Empezábamos desde donde está el ex Ferrocarril.
- Teníamos muchos extranjeros y chilenos. Esta era una feria para los peruanos. Llegaban desde el Perú los comerciantes en el Ferrocarril. Ellos llegaban y nos dejaban los productos. Después nos dijeron que sería para los bolivianos, porque venían en tren hasta Arica.
Doña Adelma nos muestra los productos que se venden en su local. Lo más llamativo son las artesanías, la mayoría hechas de lana de alpaca. Aquí destacan los bolsos, los chalecos y las bufandas. También hay sombreros y llaveros de cuero.
La comida es otra característica muy apetecida por los turistas. Los chumbeques iquiqueños, chocolates argentinos y brasileños, cereales del Perú y Bolivia. Todos se venden, aunque no con la misma rapidez que antaño.
- Hay personas que trabajan en el traslado de estos productos; nosotros encargamos y ellos nos lo traen. Le dices "tráeme dos cajitas de chocolate" y así van llegando.
A sus 68 años, la presidenta nos cuenta que el contar con su local propio en 1981 significó la estabilidad económica que necesitaba para poder surgir. Luego que se levantara la feria, los 45 trabajadores pudieron costearse sus viviendas, cuidar de sus familas, pagar el estudio de sus hijos y vivir tranquilamente hasta el día de hoy.
"Fue una seguridad. Cada uno de nosotros tenía por fin un trabajo estable. Yo tenía cinco niños que tenía que sacar adelante, que tenían que estudiar. Como madre una siempre quiere que sus niños sean mejor que una. Gracias a esto, mis hijos son profesionales, uno de ellos es ingeniero, otro químico laboratorista. Tengo mi casita".
Los locales poco a poco van quedando vacíos, como si fueran velas que con el tiempo se van apagando. Esto porque los permisos para trabajar en el puesto no son heredables ni transferibles, lo que quiere decir que cuando un socio fundador fallece, su puesto queda sin utilizar. Esto es una preocupación para los trabajadores que se mantienen en la feria, pues no quieren que el recinto desaparezca cuando el tiempo se lleve a todos.
"Muchos han fallecido y los alcaldes no han querido renovar la patente para los hijos. Nosotros renovamos patente todos los años y una socia, que trabajaba junto a su hija y su yerno, murió y no pudo entregar su local. Ahí está cerrado".
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- Exacto. El vecino de allá quería dejar el local a su nieto, tampoco se lo permitieron. Los matrimonios de más edad e incluso yo quiero dejar el local a mis hijos, y no podremos hacerlo. Por esto muchos locales ahora están cerrados.
A este problema se suma la poca afluencia de público. Como nos dice doña Adelma, "no llueve pero gotea". En un inicio, la feria era grito y plata, reuniendo a turistas y ariqueños que transitaban por las aceras frente al edificio. En la actualidad, Máximo Lira se destaca como una avenida de alto tránsito de vehículos y muy poco de peatones. De vez en cuando un auto se estaciona, mira por los locales y compra algo, pero es cosa de horas.
No es extraño pensar que en épocas de Carnaval Andino, las ventas suben. Así lo afirma don Heriberto García. "Vendemos harto en Carnaval, el agua es lo más solicitado. Este año no nos fue bien porque cambiaron la calle, pero hay que decir que la seguridad fue buena, no tuvimos problemas con la gente que llegó al lugar".
El hombre nos confiesa que la feria poco a poco ha tenido que ir reduciendo su tamaño, siendo afectados los baños del lugar. Por este motivo, los locatarios, todos mayores de edad, deben cruzar la calle hasta una residencial, para poder hacer sus necesidades.
El negocio está tan malo, que incluso los turistas que arriban en cruceros no pasan por el lugar. La razón es que en la actualidad se están dando permisos para la instalación de ferias artesanales en pleno parque Vicuña Mackenna, lo que hace innecesario visitar el tradicional lugar de nuestra ciudad.
Dentro de las soluciones que dan los feriantes destaca el permiso para que los puestos vacíos sean utilizados por otras personas, lo que devolvería la vida al lugar e invitaría a los turistas a comprar sus productos. "Queremos que se nos incorporen más socios para que recobremos la vida", nos indica el hombre.
"No sé qué pensarán las autoridades. Somos una feria antigua, tradicional. Hemos sido destacados en medios nacionales durante todos estos años. Pero lamentablemente no pasa nada. Eso sí, no podemos echarle la culpa a otros. Tal vez sea culpa nuestra, que no supimos superar esta situación. Yo me hago cargo del presente, de no haber hecho algo más para que salgamos adelante".
Pasan los minutos, conocemos de mejor manera a los antiguos locatarios mientras uno que otro interesado mira con ojos de extrañeza si hay algo que desee comprar. Lamentablemente, de la decena de personas que pasó en el tiempo que estuvimos, muy pocos compraron algo.
Esta es la realidad de la Feria Internacional Máximo Lira, un elefante blanco que tuvo días de gloria, pero que hoy pareciera ser un gigante en extinción. La situación parece adversa para los fundadores que aún se mantienen estoicos en sus puestos de trabajo, pero eso no les hace perder la esperanza de que el futuro será mejor.
Hasta hace poco, había conversaciones para que los locatarios se trasladasen. Muchos no apoyan la idea, prefieren potenciar el turismo en el lugar. Sin embargo, la herencia cultural del recinto es más importante y están dispuestos a marchar hacia un nuevo lugar donde el progreso y la tradición caminen de la mano. J