Calidad de la democracia
El caso PENTA ha hecho que muchos nos preguntemos sobre la clase de país (y de democracia) que estamos construyendo. Dejé de ser niño hace tiempo y sé que las campañas políticas cuestan dinero y, de hecho, he colaborado recolectando y aportando recursos para algunas. Pero nunca recibí dineros de una sociedad anónima ni me pidieron una boleta fraudulenta para reducir impuestos. En mi caso, quiénes aportaron lo hicieron con recursos personales y muchas veces de manera anónima. Vaya mi agradecimiento a ellos, también por su ética. No ignoro que el "modus operandi" de PENTA puede estar más generalizado de lo que sabemos, de manera que estimo que no tiene sentido apuntar sólo a un partido o sector. El problema es que quiénes cometen estos fraudes son dirigentes políticos, legisladores muchos de ellos, y ni pestañean para violar al menos tres leyes en un solo acto; la de Sociedades Anónimas cuando aceptan recursos que no son sólo de sus amigos del directorio, la Tributaria cuando entregan boletas ideológicamente falsas y la Electoral para gastar en las campañas más de lo que permite la ley.
Las ideas que surgen de este episodio son surrealistas. Aumentar el financiamiento público a los partidos, prohibir ciertas formas de financiamiento, son de las más absurdas que he escuchado. Lo cierto es que algunos dirigentes políticos no trepidan en hacer trampa y es público y notorio. Por ejemplo, todos hemos visto que algunas campañas políticas empiezan mucho tiempo antes del período legal, por lo que su financiamiento no puede ser legal.
La clave debieran ser los votantes, pero ya se sabe que "tienen mala memoria" o "no están muy interesados", es decir, somos tontos de solemnidad. De hecho en un reciente informe de EUI para la BBC se constata que en América Latina sólo hay dos democracias plenas, Uruguay y Costa Rica. También se describe cómo son las mejores democracias del mundo (Noruega, Suecia) y estamos muy lejos de ellos.