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Boliviano que subió al Everest volvió a Arica

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Bernardo Guarachi, el primer boliviano en subir el Everest el año 1998 regresó a Arica, ciudad donde llegó muy niño a vivir.

Con 58 años de edad, el montañista es uno de los más famosos y de extraordinario currículum en cuanto a los sitios de gran altura que ha alcanzado.

Basta mencionar que ha llegado a la cima de los montes Everest en Nepal a 8.848 metros sobre el nivel del mar; al Makalu del mismo Nepal a 8.463 m.s.n.m.; al Mckinley de Alaska que está a 6.200 m.s.n.m.; el Aconcagua a 6.959 m.s.n.m. y al Ojos del Salado a 6.893 m.s.n.m.

Como si fuera poco, ha subido 190 veces el Illimani, y pretende llegar a la cifra de 200 escaladas en ese monte, siendo todo un récord mundial.

Bernardo cuenta su historia y cómo llegó a convertirse en el escalador boliviano más famoso de su país, y ahora uno de los agentes de viaje de mayor experiencia en el turismo aventura a través de su agencia Andes Expediciones: Turismo de Aventura y Trekking.

"Yo llegué muy niño a Arica, cuando tenía como 8 años de edad, como solía pasar en esos años, y fue un conductor del ferrocarril Arica a La Paz, Justo Suárez, el que me acogió cuando andaba por el volcán Tacora", relata.

Según cuenta, sin ningún resentimiento, la persona que estaba encargado de él, prácticamente lo dejó en esas soledades de la frontera y gracias al maquinista se refugió unos días en el interior de la ahora Provincia de Parinacota.

Luego lo trajeron a la ciudad, donde la familia de Kenny Burgos lo crió y lo mandó a la escuela.

"Vivíamos en el sector de Chinchorro, una población de ferroviarios, donde estaba la maestranza de los trenes que iban hacia Bolivia y comencé a ir a la Escuela Israel y luego, cuando más grande, estudié en Inacap, aunque no alcancé a terminar la carrera de Mecánica Industrial", recuerda con emoción.

Incluso cuenta, como anécdota, que sus primeros documentos de identidad y nacionalidad fueron chilenos.

En eso estaba cuando llegó el golpe militar en 1973 y decidió partir a buscar nuevos rumbos, volviendo a La Paz, Bolivia.

Allá siguió estudiando y trabajando y, por esas cosas del destino, tomó contacto con unos alemanes expertos en montañismo.

Ellos mismos lo invitaron a trabajar al país germano, donde tuvo oportunidad de asistir a la Escuela de Guías de Expediciones, donde aprendió todo lo referente al difícil deporte aventura del montañismo.

Bernardo Guarachi se detiene para recordar que cuando estaba en Arica siempre le gustó subir y subir cerros sin ninguna dificultad.

"Iba al Cerro Chuño y luego nos íbamos a jugar a Chinchorro donde no existían poblaciones ni nada urbanizado como ahora", menciona.

Por eso, estando en Alemania es que comenzó a incursionar en el montañismo, primero como parte de su preparación en la Escuela de Guías y luego como una pasión, porque confiesa que el contacto con la naturaleza es algo que siempre lo motiva y hasta extraña dormir en el suelo o en campamentos.

Sus primeras excursiones fueron con resultados no muy alentadores, porque además, relata que el costo de estas aventuras es muy alto.

Sin embargo, en alianza con grupos europeos, en especial algunos rusos, comenzó a subir diversos montes y ganar experiencia.

Con ello se sintió listo para integrar una expedición al Everest en 1994.

"Esa vez fracasamos y hasta uno de los montañistas rusos que volvió a intentarlo perdió la vida, pero en 1998 con toda la experiencia ganada, intentamos por otro lado subirlo y logramos escalarlo, llegando a 8.848 metros sobre el nivel del mar", afirma orgulloso.

Después de esa hazaña, siguió adelante, tanto desde su centro de operaciones en La Paz, Bolivia, como de distintos puntos de América, Europa y Asia, pues ha recorrido prácticamente todo el mundo.

Acerca de las condiciones que debe tener un ser humano para escalar estas grandes montañas, resume que basta ser completamente sano y no tener ninguna fractura.

"El principal enemigo del montañista es la falta de oxígeno, y también está el frío, las heladas y el vivir solo durante varios meses en estas escaladas, pero en mi caso nunca tuve una caída y sólo tropezones", cuenta Bernardo.

En lo que se refiere a su visita a Arica, ciudad de la cual guarda los mejores recuerdos, responde que ha podido visitar esos lugares donde se crió y juntarse con los descendientes de la familia que lo acogió con tanto cariño y amor.

"Hemos también quedado de acuerdo para que cuando vuelva nos reunamos con todos los chinchorrinos en la sede de la población y hacer una misa, recordando esos tiempos", anuncia.

Por último, sobre Bolivia y Chile, piensa que son dos países hermanos nacidos para complementarse, sobre todo en el turismo y en su caso contribuyendo a difundir la aventura de la montaña. J