Dos grandes conclusiones se pueden desprender del acuerdo recientemente suscrito por la República de Cuba y los Estados Unidos de América: la urgente necesidad de éste por reposicionarse en el contexto re-gional y la confirmación histórica de la justeza de la posición cubana; en rigor, se trata de la cristaliza-ción de una hipótesis de trabajo formulada hace ya bastante tiempo; no nos engañemos, acá no hay mila-gros ni cesiones desinteresadas. Así, el acuerdo responde a una prolongada e inteligente "estrategia de desbroce" del gobierno cubano, potenciada por un importante proceso de convergencia e integración de no pocos países del subcontinente; los triunfos de Dilma Rousseff en Brasil y Tabaré Vázquez en Uruguay; la consolidación del ejemplar, se diría paradigmático, proceso boliviano y la irreversibilidad del proyecto bolivariano en Venezuela, son datos que hablan por sí mismos.
Cuba no ha hecho, sino, perma-necer fiel a sus principios y obrar en consecuencia; las "cabezas de playa" a que ha sido posible arribar en el marco de las conversaciones de alto nivel llevadas a cabo durante el año recién pasado y el que cursa, en Canadá, así como la positiva incidencia del Vaticano en los resultados del proceso en tema, constituyen logros de la política exterior del país, expresión, a su vez, de una profunda, acertada y dialéctica lectura del acontecer mundial por parte de la dirigencia de la revolución.
Queda por ver cómo y hasta dónde se implementarán estos acuerdos y cuáles serán, en los hechos, sus implicancias políticas, econó-micas, sociales y psicológicas; por lo pronto, el cierre de la cárcel de Guantánamo, la devolución del terri-torio en que esta se halla emplazada y, por sobre todo, el cese del bloqueo, constituyen cuestiones intransables; la flecha ya está en el aire….
Patricio Hermosilla Vives