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Richard Araneda, el arquitecto y empresario gastronómico que apostó por su cuna y su ciudad

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A sus casi 41 años, Richard Araneda pareciera ser de esas personas dispuestas a hacer de su vida una constante ruptura de paradigmas. Ariqueño de nacimiento y corazón, arquitecto, empresario gastronómico, poeta y líder gremial "en proceso", son algunas de sus características, las que hoy lo definen como persona. Sin embargo, lo que más lo marca y lo sigue marcando, es su condición de luchador, de un hombre convencido de que el esfuerzo y la convicción pueden, cuando muchos creen que simplemente la vida no facilita los caminos.

Nacido en la Población San José, perdió contacto con su padre a los 5 años y de niño vivió al alero de su madre y su abuelo, quienes formaron una personalidad de lucha y trabajo.

"Fue él quien me inculcó todo su espíritu de trabajo", dice respecto de su abuelo. Felipe Vargas Morales se acerca al siglo de vida, trabajando y activo, algo que Araneda valora y de lo cual saca ejemplo.

Y fue ese ejemplo el que le permitió estudiar arquitectura, convertirse en el profesional que es hoy y posteriormente, derivar a la gastronomía, con la fundación del innovador restaurante Amoramar. Hoy trabaja no sólo por y para él. Busca ser un agente de cambio positivo en la ciudad a partir de su profesión y su experiencia, pero fundamentalmente de su cariño por esta tierra.

DEL COMERCIO A LA ARQUITECTURA

La infancia de Araneda no fue fácil, pero tampoco se queja ni reniega de ella. La vivió con la inocencia de quienes nacen, hijos del rigor y del esfuerzo. Hizo vida y amigos en la población San José y mientras su familia, principalmente su madre, se encargaban de un puesto en la feria que se ubicaba donde hoy está el Supermercado Lider, o de vender cubos en la playa junto a su abuela, él también se incorporaba a este juego que era ganarse la vida con el pequeño comercio.

Su vida la comenzó a definir cuando terminó el Liceo Politécnico, donde pudo detectar su aptitudes para el diseño y el dibujo; en general, para el arte. Se preparó un año para dar la entonces Prueba de Aptitud Académica, porque una polola le había recomendado emprender nuevos rumbos. Le fue bien.

Reconociendo sus dificultades con las matemáticas, estudió Arquitectura en una de las universidades chilenas que orienta la especialidad hacia la vocación artística: la Universidad Católica de Valparaíso.

Una vez terminada su carrera comenzó a ejercer de manera particular la arquitectura. Viajó mucho a Brasil, donde construyó parte de su vida e hizo grandes amigos, pero también fue allí donde descubrió otro de sus grandes caminos y aportes: la gastronomía.

EL DESPERTAR GASTRONÓMICO

"Mi mundo era Arica. Volví a la ciudad, porque ese arraigo del ariqueño no te deja ir, te deja con la inquietud de poder volver a aportar. Hoy me siento contribuyendo a la ciudad, con mucha humildad". El arraigo lo consolidó con una apuesta gastronómica distinta y rupturista. El restaurante Amoramar.

Presentó el proyecto a Corfo, "me apoyó y terminó siendo un edificio de cuatro pisos. Hice un estudio de mercado que arrojó que la gastronomía peruana la podíamos tener aquí". Ubicado fuera de todo circuito de los restaurantes gourmet de Arica, junto a una población antigua pero característica de la ciudad, su emprendimiento fue una apuesta riesgosa.

Pero todo tenía su razón. La primera, proyectar a su familia a través de este negocio y consecuentemente, instalar una alternativa gastronómica junto a la población que lo vio nacer y criarse. Consolidaba así su arraigo.

"Siempre tuve contacto y cercanía con la gastronomía brasilera, por su combinación de sabores que es tremenda. Ahí me comencé a interesar. Y segundo, por la ubicación y cercanía que teneos con Perú, donde hay hallazgos de sabores", explica, dando las razones de su apuesta.

"Por qué no traer el sabor peruano a Arica, y así evitar que todo se vaya a Tacna", afirma. "Hubiese sido muy fácil haber hecho esta inversión en el borde costero. Quizás me hubiera ahorrado mucho sufrimiento. Pero el arquitecto siempre se plantea cosas difíciles. Generar el proyecto aquí tiene que ver con el circuito que uno quiere proponer".

PROPUESTAS

Es por eso que el restaurante ubicado en la Avenida Diego Portales con Chapiquiña es la pasión de Richard Araneda y el punto de partida para una visión de ciudad distinta. "En Arica se han generado muchos restaurantes, cada uno con su propuesta, cada uno desde su forma de ver. Y Amoramar está situado en una ubicación mediterránea. La propuesta es abrir un circuito distinto. Ya no recorres la ciudad de manera longitudinal, sino que genera un punto en donde te adentras en la ciudad. Te adentras en ella, en una de las arterias de mayor tráfico, como Diego Portales", explica.

¿Ser un pionero? Es la idea de Araneda. Aún falta pero "puedes tener una propuesta que combine buen servicio y buena infraestructura… pero lo más importante es que combine una comida exquisita. Ahí la ubicación pasa a un segundo plano".

Podría haber apostado sobre seguro en su emprendimiento gastronómico, pero apostó por su barrio. "Jamás voy a darle la espalda a mis orígenes humildes. Desde la humildad de mi familia se forjaron los valores que tengo tanto como persona, como también como profesional". J