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Las frutillas del desierto que dieron vida y estabilidad a familias de Alto Azapa

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Hace 15 años, algunas familias llegaron a habitar la planicie desértica de Alto Azapa y muchas de ellas tuvieron que empezar de cero, invirtiendo todos sus ahorros en maquinarias e infraestructura para convertir esas tierras en terrenos cultivables.

Con los años más y más familias fueron llegando al sector. Una de ellas fue la de Rosa Vilca, que hace 6 años junto a su esposo, Juan, y sus dos hijos, decidieron trabajar la tierra en el Valle de Azapa.

"Yo vivía en Arica con mi familia y me vine con mi esposo a trabajar en Alto Azapa, en los terrenos que mi hermana me cedió para cultivar y así lo he hecho hasta ahora", comentó, Rosa Vilca.

si a las frutillas

En un principio, ella tuvo que invertir en instalaciones de riego por goteo para los cultivos, infraestructura para invernaderos, insumos, semillas, mano de obra entre otros.

Con esa inversión lista comenzó a cultivar tomates, pimentones y pepinos, hasta que ella y su agrupación de mujeres denominada "Ampara", (que en lengua aymara significa "Manos") lograron adjudicarse un Proyecto de Emprendimiento Local de Corfo, con el que pudieron llevar a cabo el sueño de cultivar frutillas.

"Nosotros recibimos capacitación de Prodemu sobre el cultivo de frutillas, incluso viajamos a Arequipa y Pica para conocer de las plantas de frutilla, pero nunca pudimos cultivarlo en nuestros predios, hasta que nos ganamos el proyecto", dijo Rosa Vilca.

sustento económico

En un comienzo, a cada mujer de la agrupación "Ampara" se le asignó cinco hileras para aprender sobre sus prácticas agrícolas y cosecha. Todo esto bajo la supervisión técnicos agrícolas, quienes les enseñaron todo lo necesario para su cultivo.

Hoy en día, con esos conocimientos, algunas de ellas cultivan desde media hasta tres hectáreas. Son mujeres independientes que producen frutillas con éxito en pleno desierto, recibiendo gracias a su esfuerzo ingresos extras que les han permitido solventar a sus familias económicamente.

"La familia completa se dedica a este negocio, porque es lo que nos da para vivir y juntos hemos ido aprendiendo y enseñando a nuestros hijos a trabajar en esto. Antes teníamos media hectárea y la producción era poca. Ahora ya tengo más de tres y un camioneta que nos subsidió Corfo", explicó la agricultora Proferia Mamani.

En esta época, tanto Rosa como Proferia le han dedicado más tiempo a sus cultivos debido al aumento de plagas como las arañitas, trips, palomita blanca y el chinche que ataca al fruto y lo daña, mientras que la planta con buenos cuidados tiene una duración de 5 años de producción.

a punta de esfuerzo

"Con mucho esfuerzo levantamos estas parcelas de Alto Azapa, ahora hoy es llegar y cultivar, porque está todo instalado. Además, la ayuda que recibimos nos sirvió de mucho, porque gracias a eso pudimos obtener maquinarias, e implementos que necesitábamos para trabajar. Y a pesar de la escasez de agua pudimos sacar adelante nuestros cultivos racionándola", dijo Rosa Vilca.

Actualmente, en este proyecto también participan hombres que ayudan a sus esposas en el cultivo de la frutilla y con el tiempo han ido sembrando tomate, pimentón y zapallo italiano, cultivos que han convertido a Alto Azapa en un oasis lleno de color y vida, gracias a proyectos y el esfuerzo a pulso de los agricultores de la zona.

"Para cada uno de nosotros ha sido muy importante desde aprender a trabajar de forma asociativa, hasta cada una de las capacitaciones que se nos han dado, especialmente las que tuvieron que ver con el enseñarnos primero a aplicar de buena forma y luego descartar los pesticidas que son peligrosos tanto para nosotros como nuestros consumidores y el medio ambiente", dijo el agricultor Fausto Padilla.

En el mercado local, la bandejita de frutilla tiene un valor de 4 mil a 5 mil pesos la primera y así dependiendo de su calibre. J