El Simce de Educación Física dio a conocer en 2015 que casi la mitad de los escolares en Arica presentaban sobrepeso u obesidad. Es decir, están en una condición poco saludable, en un escenario en el que se reconoce riesgo que se relaciona con el desarrollo posterior de enfermedades como la hipertensión y la diabetes.

En el caso de los niños más pequeños, el panorama no es mucho mejor. Un estudio del Ministerio de Salud aplicado a niños y niñas de entre cero y seis años, mostró que en nuestra región se registra una prevalencia del sobrepeso que alcanza al 9,2 por ciento, superando el promedio de 8,8 por ciento que registran las cuatro regiones que integran el Norte Grande.

Es urgente que el país siga trabajando en la promoción y estructuración de políticas que consoliden estilos de vida saludables, como también acciones puntuales que creen conciencia en los mismos niños, especialmente estudiantes, lo necesario que es dejar de lado el sedentarismo.

Hace unos días, 800 estudiantes participaron en una caminata que formó parte del lanzamiento del Plan Nacional de Actividad Física y Deporte, el que contempla la elaboración de una propuesta para optimizar las clases de educación física, material educativo para una adecuada implementación del currículum y la incorporación de actividades físicas en recreos y pausas.

Cada punto aporta a una necesidad que a nivel escolar es sentida y que es el cambiar la cultura que existe sobre la educación física. Muchas veces, la asignatura es vista como "la hora del partido de fútbol", o el momento en que los alumnos se entretienen distienden o pierden el tiempo. De hecho, en la mayoría de los casos la cantidad de horas dedicadas a la educación física es escasa, lo mismo que sus resultados.

El contar con un nuevo plan y una visión distinta sobre la educación física y el trabajo físico en menores y escolares, es el punto de partida para el fomento de una vida saludable que ayude a bajar los índices de sobrepeso y obesidad.

¿Es usted, estimado lector, uno de los miles y miles que debemos vivir cotidianamente la agobiante, estresante, insegura aventura de internarse con su vehículo por las calles y avenidas de nuestra ciudad, en aquellas horas cuando la mayoría corre desesperadamente para llegar temprano a su trabajo o para dejar a los niños en sus respectivos colegios o cuando vienen de vuelta de esos menesteres?

¿Ha sufrido usted, tal vez, en alguna de esas odiseas cotidianas, las miradas furiosas, los insultos de conductores iracundos con la ira desatada, que se desesperan y vociferan cuando usted no se atreve a pasar el límite de máxima velocidad urbana, en los tensos y terribles momentos en que el vehículo de atrás, tocando su bocina ensordecedora, los presiona, lo amenaza, lo embiste para que lo haga?

¿A qué extremos estamos llegando? ¿Desde cuándo se comenzó a perder el límite de la cordura, de la mesura, del respeto, y ha comenzado a imperar la ley de la selva, la del más fuerte, del que más insulta, del que más golpea?

Realmente, ya está dando no miedo, sino pánico, sacar el autito muy temprano en la mañana para desplazarse con la familia a los diversos quehaceres del día. Realmente, la salud cada día se deteriora más con tanta tensión, con tanta preocupación, con tanto temor y desesperación.

Y para peor, tenemos otro enorme obstáculo al tránsito: el desplazamiento en horas punta de los camiones de carga bolivianos que van y vienen entre el puerto y el país altiplánico. ¡Cuántas veces se ha solicitado por este medio, a las autoridades, que se estudie la factibilidad de establecer horarios diferidos para este tipo de transporte! Por lo mismo, cuántos accidentes ya hemos sufrido y cuánto sufrimiento nos causa el pensar en cuántos más nos falta aún presenciar o protagonizar.

Nuestro clamor a las autoridades: necesitamos que se reeduque a los conductores; que se ordene el caos vial; que se regule el paso de los camiones de alto tonelaje; en fin, que haya una mayor preocupación.