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DE PUTRE CON AMOR

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Elsa, esposa de Oreste Ventura comentaba, con algo de amargura, a una de sus conocidas de la población Chinchorro, sobre la indolencia de algunos maridos. - ¡Estos hombres, vecina! Figúrese, en una semana cumplimos cincuenta años de casados, y yo me ilusionaba pensando que me propondría renovar nuestros votos, pero nada. ¡Ni siquiera se acuerda! Sus hijos, Tito y Diana, la veían deambular, realizando sus diarios quehaceres, inmersa en un silencio no exento de tristeza. El exterior de la casa-esquina, bellamente adornada con un gran mosaico de cactus candelabros, alpacos y parinas -producto de la nostalgia y habilidad de Tito- no reflejaba el drama filial que vivían estos putreños afincados en Arica. El malestar de la dueña de casa se hacía evidente ante la desidia de su marido. ¿Cómo pasar por alto sus bodas de oro?

Un día en que la señora Elsa amaneció con el ánimo alicaído, no pudieron menos que contarle: "¡Mamá, hace unos días atrás el papá nos pidió tu mano! No te hemos dicho nada, porque él está esperando la respuesta del párroco de la iglesia San Marcos. Sabiendo lo importante de la una fecha, quiere que la celebración de sus bodas de oro sea en la catedral". Cuando terminaron de hablar, los ojos de su madre estaban cuajados de lágrimas contenidas.

Los rincones del emblemático templo ariqueño se atiborraron con los armoniosos sonidos de quenas y zampoñas durante la emotiva y colorida ceremonia, mientras los pasillos se tapizaban con la policromía festiva de la challa y serpertina que los asistentes esparcían, al paso de Oreste y Elsa, los "novios". Más tarde -en su hogar- la fiesta fue amenizada por una banda de bronces, prolongándose hasta el amanecer. Los pocos vecinos que se excusaron de asistir aún recuerdan esa noche; ninguno pudo cerrar un ojo, siquiera, a consecuencia del bullicio.

(A Oreste Ventura Escalante (Q.E.P.D.) Por siempre ¡Jallalla!)

Preparación para el ébola

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La aparición del último brote del virus ébola ha desatado una alerta global, a la que no ha estado ajena la región de Arica y Parinacota.

Ayer llegaron al hospital regional los primeros trajes para la protección de los equipos médicos a los que eventualmente les corresponda atender a los contagiados con ese mal.

La duda que puede surgir es si se justifica tanta preocupación y gasto por una enfermedad de la que no existe ni un solo caso en Chile ni en los países vecinos, mientras nuestra salud pública sigue presentando diversos déficit.

La materia es opinable, pero hay argumentos potentes para justificar la adopción de medidas.

Se debe considerar, por ejemplo, el nutrido tránsito que se registra en el Paso Fronterizo Chacalluta, no solo de ciudadanos peruanos, sino también de otros países de Sudamérica y, en menor medida, del resto del mundo, lo que abre la posibilidad real de que por allí ingrese un enfermo a territorio nacional.

Por otro lado, la gravedad que tendría la eventual aparición de un caso de ébola implicaría un riesgo tan grande para la salud pública, que se puede homologar al riesgo que implica la ocurrencia de un sismo de fuerte magnitud y ya casi nadie duda de la importancia de estar preparados para un fenómeno telúrico de esas características.

Además, hay que considerar que estamos en una época de cambios.

Como lo ilustraba Al Gore en su laureado documental "Una verdad incómoda", el calentamiento global está llevando el mosquito de la malaria a lugares donde antes no existía y fenómenos similares pueden producirse respecto de otras enfermedades infectocontagiosas.

Ayer fue la fiebre porcina, luego, la gripe aviar, hoy es el ébola y mañana no sabemos que otra amenaza sanitaria podremos enfrentar.

Lo importante es estar preparados para poner freno a cualquier amenaza de este tipo antes de que alcance a afectar a la población.

Desde esa perspectiva, las medidas de prevención pueden considerarse tiempo y dinero bien invertido.