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La tejedora que hila sueños con lana de alpaca

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Risueña y de voz suave, Felipa resume en una simple frase sus sentimientos frente a la artesanía aymara. "Yo llevo tejiendo toda una vida", dice sentada en su taller, mientras trabaja en una "bufanda mariposa".

Mientras conversa, sus hábiles manos se mueven al compás de un ritmo que conoce desde niña, cuando sus padres, en la localidad de Guacollo, le enseñaron desde pequeña cómo las alpacas les ofrecían la lana que podrían transformar en un sinfín de prendas, las que según explica, pueden proteger tanto del frío como del sol.

Sello personal

En uno de los telares está una manta en la que trabaja una de sus hijas. Felipa conoce el diseño, pero explica que no es simplemente sentarse y comenzar a tejer.

"Cada persona teje de forma distinta. Pueden hacer los puntos más sueltos o apretados, pero es un sello. Yo tejo diferente a mis hijas, aunque les enseñé", comenta. En efecto, los puntos que Felipa hace en la manta de su hija son más pequeños. "Mejor lo dejo hasta ahí nomás, la diferencia se nota mucho", comenta.

Fiel a sus tradiciones, Felipa se encargó de que sus hijos conozcan su labor. Son ellos, explica, los que la motivaron a participar en un concurso, mostrando su artesanía. Suerte que lo hicieron, pues gracias a su insistencia, Felipa Condori se ha adjudicado dos reconocimientos internacionales de la Unesco.

"La primera vez fue el 2009. Yo sabía que tenía un premio nacional, pero era una sorpresa que también me reconocieran internacionalmente. Estaba muy feliz. Esa vez participé con mi bufanda mariposa", recuerda.

Para diseñarlo, se inspiró en un fenómeno poco conocido para quienes no viven en el altiplano. "En algunos lugares, entre octubre y noviembre, aparecen muchas flores chiquititas, de todos los colores. Hay blancas, rosadas, violetas y amarillas. Con mis hijas las comíamos y cuando florecen, se llenan de mariposas. Pero pocas personas lo han visto".

Felipa cuenta que las flores son dulces. "Pero no como azúcar. Son dulces como la lechuga, pero la gente no siempre se da cuenta.

Este año, nuevamente la insistencia de sus hijos en que participe en concursos, exposiciones y llamados tuvo frutos, pues recibió el Reconocimiento de Excelencia del World Craft Council para la Artesanía del Cono Sur 2014. En la manta chinpu, con la cual obtuvo el sello, plasmó la tradición del floreo de los animales. "Se les ponen pompones, flores, adornos y decorados. Eso es lo que quise mostrar", comentó.

"Hay gente que valora mucho el trabajo. Preguntan, quieren saber cómo se hace. Ir a las ferias es una buena oportunidad de capitalizarse. Ahora yo vendo por internet, o me hacen encargos por teléfono. Por eso es bueno participar", aconseja. Usuaria de Prodesal desde hace algún tiempo- "mentiría si dijera desde cuando estoy en Indap, porque ya no me acuerdo", dice sonriendo- ya postuló a la versión 2014 de la Feria ExpoMundo Rural.

Felipa recuerda cuánto le costó acostumbrarse a la ciudad."Al principio era muy difícil. Acá la gente sa le a comprar y está tensa siempre. Allá la vida es más tranquila y hay mucho espacio. Con mis hermanos nos turnamos para cuidar a los animales y a mí me toca a fin de año, así que a lo mejor me quedo"; adelanta.

"Extraño el aire del altiplano, el paisaje y cómo se vive. Me vine a Arica para que mis hijos estudiaran, pero ahora ya son grandes. Además quiero cuidar a mis papás y hacerme un taller más grande, para poder estirar bien las mantas", explica. Mientras tanto, trabajos no le faltan, entre los tejidos y Lisa, su pequeña nieta de dos años, a quien cuida durante las mañanas. J