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Ellos vencieron las barreras de la discapacidad

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"Estuve más de tres años buscando trabajo, postulé a muchas empresas, pero nunca me llamaron", cuenta el joven Daniel Mendoza (21 años) sobre su experiencia que sin duda es similar a la de muchas personas cesantes, sin embargo, su caso es más complejo, pues él posee una discapacidad.

Daniel es una de las cerca de 20 mil personas con una discapacidad física que viven en Arica, según el Estudio Nacional de la Discapacidad. Él tiene la ventaja de haberse titulado de secretario en el Liceo B-4, pues más de la mitad de esta población sólo estudió hasta la enseñanza básica, por lo que les resulta todavía más difícil conseguir trabajo.

Para Daniel el desafío de salir adelante fue desde el nacimiento, que ocurrió a los seis meses y medio de gestación y lo tuvo durante cuatro meses internado en neonatología luchando por vivir. Le diagnosticaron paraparesia espástica, un conjunto de enfermedades que afectan los músculos de las piernas y su movilidad. "Mido como un metro 45 y me cuesta empuñar las manos, pero igual toco guitarra", dice dejando en claro que lo suyo no es lamentarse y agrega que es parte de una banda que en la Teletón 2012 compartió escenario en Arica con los artistas nacionales.

PROGRAMAS

En los últimos cuatro meses han ingresado a los programas de empleo 25 personas con discapacidades físicas, auditivas y visuales, quienes están realizando labores administrativas y de aseo en diversos servicios públicos, escuelas y organizaciones sin fines de lucro.Durante octubre se estima que la cifra llegaría a las 33 personas.

"Es importante tener un lugar nuevo en el hogar, sentir que aporto y no tengo que pedirle todo a mi marido", dice la señora Frida Quispe, quien hoy se desempeña como inspectora de patio y apoyo administrativo en el Centro de Capacitación Laboral, Reino de Bélgica y que desde hace 12 años usa silla de ruedas y sólo una vez logró estar contratada por un par de meses. "Era difícil encontrar trabajo por la accesibilidad física de los lugares. No están adaptados para que pueda moverme, pasar por las puertas", explica.

La alegría de Frida es mayor al trabajar con jóvenes con discapacidad. "Fue difícil al comienzo, porque uno conoce algunas discapacidades, pero no otras como las intelectuales. Ahora siento que puedo aportarles con mi experiencia para que ellos sean autovalentes", enfatiza.

El empleo también es una satisfacción para Iván González, luego de una vida de esfuerzos que comenzaron desde pequeño, cuando vivía en San Antonio y trabajaba en los ferrocarriles, hasta que a los 10 años se cayó de un vagón y fue atropellado por el tren, perdiendo su brazo izquierdo y la mitad de la pierna derecha.

Hoy Iván trabaja en la mantención de la junta vecinal Jallalla, donde el movimiento es permanente, con una sede que todos los días tiene actividades sociales. "Él ayuda con el aseo, ordena las sillas, mantiene las plantas, nunca quiere estar quieto. Para nosotras es hasta más trabajador que una persona sin discapacidad", manifiestan sus compañeras de trabajo.

Con una familia compuesta por siete personas, el aporte económico fijo que hoy puede hacer Iván sin duda es importante, pero también el trabajo mejoró su matrimonio. "Le ha servido mucho la pega, cambió hasta su carácter y ahora estamos mejor como pareja", dice su esposa, Verónica Moreno. "Ahora estoy trabajando de secretario. Mis compañeros no me creerían que estoy acá". Daniel Mendoza. J