Aún con el fracaso de la reciente 'marcha patriótica' organizada la semana pasada por algunos grupos nacionalistas peruanos, la inquietud se instaló en la vecina Tacna, debido a los efectos que puede tener este tipo de discusión fuera de límites razonables y diplomáticos respecto a temas limítrofes ya sancionados y conocidos. De hecho, vecinos tacneños discutieron con algunos de los manifestantes debido a una acción que definitivamente no encontró ecos.
Y es que hoy es de público conocimiento que gran parte del dinamismo que presenta la vecina ciudad se debe al comercio, los servicios y hasta el turismo que realiza y que tienen como gran objetivo el cliente chileno, y particularmente, el ariqueño.
Al otro lado de la frontera, a nuestra ciudad le quedan dos alternativas: o seguir observando cómo esta realidad pasa ante nuestros ojos a voluntad de los anfitriones -considerando incluso el alza que ha mostrado la cotización del Sol-, o comenzar a trabajar en potenciar lo nuestro, buscar ventajas comparativas, proponer y trabajar. En otras palabras, salir del letargo y 'querernos un poco más'.
La actitud y la convicción de Arica y los ariqueños están antes que la entrega de recursos, las grandes inversiones o el apoyo estatal, que evidentemente son fundamentales. Pero nada se obtiene si el comercio no es capaz de competir, por ejemplo, en horarios y calidad de atención; o los ciudadanos no somos capaces de cuidar nuestro patrimonio local; o si no somos capaces de poner en valor toda la oferta que tiene la zona, desde la hotelería y la gastronomía, hasta la mano de obra calificada, la imaginación y el emprendimiento, para poder desarrollar diferentes proyectos.
Hoy, cuando la región se encuentra en momentos privilegiados respecto a su futuro, la clave está en saber aprovechar y proyectar desde una identidad propia, potente y competitiva, todo aquello que hoy tiene Arica para despegar definitivamente, y dejar de una vez por todas esa sensación de abandono y estrechez, en medio de dos zonas potentes.