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El ejército de moscas que cuida la agricultura de Arica

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El Centro de Producción de Insectos Estériles del SAG produce 1.144 millones de pupas al año.

Moscas, una de las peores plagas con las que a diario convivimos y quisiéramos exterminar por completo, son molestas, ruidosas y sucias sin embargo hay un hombre que trabaja a diario para criarlas en cantidades exorbitantes. ¿Qué pensarían de alguien que produce 1.144 millones de pupas de moscas al año y que tiene una capacidad de crear 55 millones a la semana? Ese es el trabajo que desempeña desde hace 21 años Carlos Sarabia, quien es el encargado del Centro de Producción de Insectos Estériles (CPIE) del SAG, que funciona desde 1993, ubicado en el kilómetro 15 del Valle de Azapa y que fue el encargado de erradicar completamente la mosca de la fruta en 2010.

Los insectos que él produce, de la cepa Vienna 8 Mix New, no son cualquier mosca, son insectos teñidos e irradiados. Sí, así como lo lee y no es que se transformen en una mosca gigante, ni sean una imitación de X-Men. Tampoco es la mosca de Cachureos, que con sus ojos asustaba a los pequeños y causaba cierto asco, sobre todo cuando se caía a la sopa, sino que son estériles y cada tiempo van mutando para ser una mejor cepa, que produzca más, con menos gastos y más efectividad.

Un trabajo como este no es fácil ni muy comprendido. 'La gente no entiende bien de qué se trata todo esto. La verdad es que es un centro que crea moscas, pero es difícil explicárselo a aquellos que no tienen relación con la rama. Hay que hacerlo con detalle y en más de una ocasión para que lo entiendan a veces', comentó risueño.

Y es que tras todo el trabajo que allí tienen para producir cada semana miles de moscas, de las insistentes llamadas por teléfono, el temor que desde países limítrofes lleguen productos infestados de alguna plaga o que la planta de Cobalto 60 radioactivo tenga un desperfecto, o sea robado, hay un hombre con aspecto bonachón, gran conocimiento de la importancia de la erradicación de la mosca de la fruta y cercano a sus trabajadores.

Sarabia siempre está atento, habla con los trabajadores y todos parecen sonreír al verle. 'Acá somos todos cercanos, hay un buen ambiente laboral', detalla. Es una especie de amante del trabajo, que logra contagiar a otros de la curiosidad de descubrir los secretos de las moscas y su creación.

Pese a lo mucho que conoce del tema, Carlos Sarabia no es biólogo, sino ingeniero comercial. 'Yo vengo de un mundo bien distinto, pero para mí fue una oportunidad. Acá he conocido a personas de distintos ámbitos, agrícola, ganadero, profesionales de otras áreas y eso te va enriqueciendo', agregó con una gran sonrisa.

El centro de producción de insectos está inserto en un entorno envidiable, con muchos árboles, animales y huertos, pero llevar a cabo cada uno de los procesos para crear cada día nuevas pupas es cansador y desagradable.

Dentro del laboratorio hay jaulas de varios pisos que mantienen en su interior miles de moscas que darán vidas a otros cientos. Además hay cuartos acondicionados para producción de huevos, siembra, desarrollo de larvas, maduración de pupas, marcado irradiación y empaque para liberación.

Para llevar a cabo todo esto, hay 37 personas en total que trabajan de lunes a lunes para evitar alguna pérdida, pero lo más difícil para los visitantes y para los trabajadores más recientes es el olor a cebada, trigo y putrefacción. Es un mix al que nadie querría verse sometido, a menos que tenga un muy buen estómago y un olfato poco desarrollado.

Si embargo, el encargado asegura que 'pasamos tanto tiempo aquí que ya el olor no lo notamos. Los visitantes se dan cuenta, pero para nosotros es normal'.

Los trabajadores sonríen, se ayudan y animan. Es como si fueran compañeros de toda la vida y la mayoría lleva más de 10 años en el lugar.

La producción de huevos es una de las fases críticas del trabajo que allí se realiza. Cada día se recolectan alrededor de 6,6 litros de huevos, equivalentes a 174,7 millones, que son incubados por 24 horas a 23 grados centígrados. Luego se los somete por 12 horas a una temperatura de 34 grados, lo que elimina a los embriones hembra.

Después se siembran en bandejas, con una dieta sobre la base de afrecho o sulfato de trigo y azúcar, que asegura el buen desarrollo de larvas.

Cuando están listas, estas comienzan a dar saltos y caen en bandejas de madera con aserrín, que asegura una perfecta pupación.

En el momento óptimo son marcadas con un polvo fluorescente y puestas en bolsas plásticas que luego son expuestas a cobalto radioactivo, lo que las deja estériles.

Esto hace que al copular con una mosca común y silvestre no produzcan crías y con el tiempo baje la población de estos insectos.

'Este es un trabajo preventivo, lanzamos bolsas con moscas dos veces a la semana. La verdad es que nos sentimos importantes, como un aporte', comentó Carlos Sarabia con un aire de orgullo.

'Acá tenemos la oportunidad de trabajar con seres vivos, eso lo hace distinto, crear seres es motivante', agregó Ricardo Fernández quien lleva laborando más de 20 años en el lugar y quien también rescata el ambiente de compañerismo que allí se da.

Carmen Gloria Abello es de las pocas mujeres que allí se desempeñan y que con orgullo se presenta y dice que es la encargada de la Unidad de Adultos de la Vienna 8 Mix New (la cepa que hoy crían).

'Yo me siento feliz aquí, es un trabajo que ocupa harto tiempo, no descansamos en feriados, no hay 18 de Septiembre y esas cosas, pero igual es súper enriquecedor'. J