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El sacerdote más querido de los pueblos andinos

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Amador Antonio Soto Miranda nació el 30 de septiembre de 1960 en Doñihue, Sexta Región. Fue el menor de 12 hermanos, de los cuales han fallecido 6. Su familia se dedicaba al trabajo en el campo. Estudió en la escuela básica número 1 de Doñihue, luego realizó la enseñanza media en la escuela agrícola San Vicente de Paul en Quimávida.

El llamado al sacerdocio lo sintió en su juventud, debido a una gran admiración que sentía por el padre Salvador Moreno, que también trabajó con el Padre Alberto Hurtado, y siempre visitaba a la gente en el campo. Recuerda de esa época al rector de su escuela, el padre Carlos Schneider, personajes que lo inspiraron a seguir la vida sacerdotal.

El padre Amador recuerda que no fue fácil decirle a su papá que se dedicaría al sacerdocio, al principio lo tomó a mal, ya que era ateo, pero con el tiempo lo aceptó. Murió una hora antes de que consagraran a su hijo, un 26 de julio de 1989.

Otra de las dificultades fue decirle a su polola Nuvia, con quien llevaba 6 años de relación.

'No sabía cómo decirle que me iba al seminario. Cuando tomé fuerzas, ella me dijo que la estaba cambiando por Dios y no por otra y que no podía competir con eso', explica el sacerdote diocesano de 53 años.

Tomada su decisión, ingresó al seminario Cristo Rey, el 22 de marzo de 1982.

Estudió siete años en la Universidad Católica de Santiago, donde también tenía sede Cristo Rey. Siempre tuvo la intención por su interés cultural de irse a África a cumplir su misión sacerdotal, pero cuando conoció a monseñor Salas Valdés todo cambió.

'Monseñor me invitó a Arica y me dijo que le sacara la efe a África y me quedara acá'.

Y así fue. El padre Amador se inició como sacerdote en la parroquia de San Miguel de Azapa, luego fue enviado a Visviri, Belén, Caquena, Pachica, entre otros pueblos del interior. Lleva 25 años de sacerdocio, los que celebró el sábado en Codpa. En esa ceremonia, el padre Amador fue declarado Hijo Ilustre de la comuna de Camarones. Homenaje que el padre 'caminante', como también es conocido por sus constantes recorridos a pie por los pueblos andinos, consideró emocionante y sorpresiva.

'La verdad es que uno no anda buscando los honores. No me gusta que me anden reconociendo, porque uno como sacerdote está llamado a servir sin recompensas, pero lo bonito fue el encuentro que tuve con la gente'.

Al respecto, el alcalde de Camarones, Iván Romero, destacó su aporte a la comunidad y su labor como pastor. 'Hemos querido representar el cariño, agradecimiento y respeto que toda nuestra comunidad tiene hacia el padre Amador. Su labor misionera durante estos 25 años ha sido muy fructífera y relevante. Su tremenda vocación de servicio, amor a Dios y el prójimo ha motivado que la comunidad de Camarones lo honre y reconozca, como un ejemplo digno de ser admirado e imitado por nuestras futuras generaciones'.

En sus 25 años como sacerdote, el padre Amador recordó un nuevo aniversario de la muerte de su padre y también todo lo que ha aprendido sobre la cultura y tradiciones de los pueblos andinos de Arica y Parinacota.

'Ha sido una misión sin retorno, de la cual me siento muy feliz de poder realizar. La cultura aymara es maravillosa, una cultura bellísima, contemplativa con una gran riqueza. El mejor regalo que he tenido en mi vida ha sido ser sacerdote de los pueblos del interior', reconoce el padre.

Debido a su constante peregrinaje por distintos pueblos andinos, el padre Amador sufrió hace 3 años una grave lesión en el tobillo derecho, que se le convirtió en una úlcera, ya que su inquietud y voluntad no le permitían guardar reposo. 'Como seguía caminando, la herida nunca se me cerraba. Me dolía mucho, tenía esa parte negra. Hasta pensé que me iban a cortar el pie, pero gracias a la Divina Providencia se sanó y ahora ya estoy bien'.

El padre Amador ha caminado hasta 15 días haciendo paradas en los pueblos andinos. Se conoce los caminos del valle de Camarones de memoria y dice que se quedaría para siempre viviendo en la región, ya que se siente parte de ella. Actualmente es párroco de la Iglesia de Codpa y no se arrepiente de nunca haber conocido África. J