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USAR: Enfrentándose a un terremoto grado 9

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Luego de un fin de semana de clases teóricas y prácticas, el campamento de rescatistas, a la entrada del valle de Lluta, se encuentra en calma. Una gran carpa sirve de comedor, donde rescatistas de Chile, Perú y Bolivia, tienen un momento de descanso.

Se trata de los participantes del curso de Búsqueda y rescate en estructuras colapsadas, organizado por la sede ariqueña de USAR (Urban search and rescue), agrupación de rescatistas global que hace 4 años creó una sede en la ciudad, luego de ver lo que ocurrió el 27 de febrero del 2010.

Mientras los rescatistas de diversas nacionalidades conversan, fuman o aprovechan de descansar, Axel Carvajal, jefe de operaciones de Usar Arica, cuenta que el objetivo del curso es aprender metodologías. Las carpas de los asistentes se encuentran frente a las ruinas de una ex-cárcel de mujeres.

Cristián Chepilla, otro de los instructores, explica que muchos de los rescatistas se dedican también a otras actividades. Además del rescate son estudiantes y trabajadores.

En el campamento el ambiente es distendido. En la mesa de la Cruz Roja de Iquique, Ana María Soto, la única mujer rescatista, se ríe con sus compañeros.

'Se portan pésimo, siempre me hacen rabiar, se portan muy mal', dice entre risas.

Una delegación de Arequipa está fuera de las carpas. Algunos se quitan los cascos, pues el sol ariqueño está especialmente generoso. Se escuchan risas y conversaciones.

La capacitación fue ardua. El primer día terminó cerca de las 4 de la madrugada, con clases teóricas y algunos ejercicios, así que es uno de los pocos momentos que tienen los rescatistas para relajarse.

Abruptamente, un sonido parecido a un cañonazo corta el aire. Un vehículo, con balizas y una estridente sirena casi patina entre el campamento y las murallas de la ex cárcel. Los instructores comienzan a gritar y palmotear, mientras por alto parlante se da la alarma: Un sismo grado 9 azotó a la ciudad y se llama a todos los rescatistas del área.

'Nunca les decimos cuando va a ser el simulacro. Saben que hay uno, pero no les avisamos. Nos preguntaron, pero los dejamos almorzar primero. Así, cuando estén bien relajados, tienen que dejar lo que estén haciendo y empezar. Van a poner a prueba todo lo que aprendieron y lo que saben', explica Axel minutos antes del simulacro, que logra su cometido y los toma por sorpresa.

Se acaban las conversaciones, los cigarros se apagan y todos corren por sus cascos, guantes, radios o lo que tengan que tomar. El campamento parece entrar en caos durante algunos segundos, mientras la sirena no deja funcionar, dificultando el hacerse oír.

'Nosotros les gritamos para presionarlos. Tratamos de emular lo que ocurre en una catástrofe, porque jamás va a ser algo tranquilo. Pero en algo sirve para que se preparen', cuenta Cristian.

Las cuadrillas se arman en pocos minutos. Se designan líderes para cada una. La tierra, por supuesto, no se ha movido. Pero a los gritos, las sirenas, las luces y los petardos se agrega humo y olor a pólvora. Rescatistas o no, todos los sentidos se ponen alerta.

El coordinarse se dificulta debido al ruido. Una escuadrilla de la Cruz Roja, demasiado impetuosa, se lanza hacia una construcción. Entre gritos son detenidos. Nadie puede moverse hasta no tener las intrucciones.

Las cuadrillas se disponen a comenzar y el escenario no podría ser peor. Los instructores utilizan los que esté a su mano para hacer del simulacro una situación cercana a la realidad.

Los rescatistas intentan abrir brechas en los muros, apagar incendios, encontrar gente, acceder a lugares complicados o armar tiendas-hospital. Los miembros de USAR Arica les arrojan paladas de tierra, piedras, golpetean las mesas y gritan constantemente para que se apuren. '¡Que la gente se les está muriendo, rápido, más rápido!', vocifera Marcos, otro de los miembros de Usar Arica.

Por si la tensión de por sí fuera poca, cada cierto tiempo un cañonazo y tres silbatos dan la orden lapidaria de evacuar. Se dejan herramientas, estructuras y todo lo que no permita huir.

'Incluye a los compañeros. Si uno está medio atrapado en algún lugar y escucha tres silbatos, sabe que los compañeros van a evacuar y te van a dejar. Eso lo sabemos todos. Aunque tarde o temprano tendrán que volver', dice Mauricio.

El ejercicio prosigue, mientras a gritos se les pide que evacúen. Uno de los rescatistas tiene dificultades para salir por el pequeño triángulo que abrieron en una pared de concreto. Sus compañeros intentan ayudarle, pero rápidamente son detenidos.

'Saben que no pueden volver hasta que se les de la instrucción', explica.

El rescatista atrapado recibe la noticia: Está muerto. Se tiende en el piso y se queda inmóvil hasta que sus compañeros lo recogen en una camilla.

No es el único obstáculo, pues el caos es un compañero inseparable de las catástrofes. Para simularlo, de vez en cuando un rescatista, sin casco ni elementos de seguridad, intenta entrar a las construcciones colapsadas. La misión de los demás es detenerlo, así tengan que recurrir a sus compañeros.

Tres maniquíes, de 80 kilos de peso cada uno, se encuentran en diversas situaciones. Uno atrapado en medio de un incendio en una estructura colapsada, otro en un estrecho pozo de varios metros de profundidad y el tercero oculto en un subterráneo derruido. Los instructores arrojan tierra, neumáticos y ramas de árboles, pues el pasillo subterráneo, a su señal, se derrumba.

Han pasado más de dos horas y los rescatistas se ven exhaustos, pero continúan su labor de forma incansable.

'Están terminando los módulos muy rápido. Por mientras vamos evaluando, porque el 50% de la capacitación es cómo lo hagan acá y el resto una prueba escrita que otros compañeros están corrigiendo. Ahí se verá quienes reprueban y quienes van a tener la certificación', cuenta Mauricio.

Los miembros de Usar Chile recuerdan cómo, hace un par de meses, regresaron de una capacitación en el extranjero. Fue a finales de marzo de este año.

'Teníamos muy fresquito lo que aprendimos, y las maletas a medio desarmar cuando fue el terremoto del 1 de abril. Nos pusimos a prueba', cuenta Valdivia.

La tarde continúa avanzando entre gritos y herramientas. El derrumbe en el pasillo subterráneo ocasionó que tres rescatistas pasaran a ser víctimas.

'Están muy rápidos, así que les ponemos más dificultad. En general son ejercicios bastante largos y es necesario darles un cierre, para que tengan la satisfacción de haber cumplido con sus rescates', dijo Axel.

'Tenemos que prepararnos para todo, y ponernos en todos los casos', reflexiona Mauricio. Y, considerando las circunstancias, nadie podría dudar que tiene razónJ