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Huamachuco: historias con gente de garra y filo

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Arica amanece nu-blado y frío. Al menos, esa es la impresión que tienen los nacidos en esta tierra, acostumbrados a climas mucho más amables.

Son casi las ocho de la mañana, y en el Cuartel N°2 del Regimiento Huamachuco, tres buses iguales, de color caqui, esperan a los civiles y militares que participarán del aniversario del Regimiento Reforzado N°24 Huamachuco de la 6ta División del Ejército.

En el primer bus, Marta Medina busca un asiento desocupado. Está acompañada de su esposo Claudio Bastías y su nuera Macarena Riquelme, para acompañar a Franco, su hijo de 23 años.

'Mi esposo era militar y mis dos hijos también, así que sé como es su vida. Pero como familia hay que estar en los momentos importantes. Por eso estamos acá', explica.

Junto a Claudio viajaron desde La Serena para ver a su hijo. Ella cuenta que ha visitado a Franco en el Huamachuco en otras oportunidades. Claudio, en cambio, se maravilla ante los cerros y el valle.

Son casi tres horas hasta llegar a la localidad de Putre, por lo que muchos acortan el tiempo durmiendo. De pronto, los buses hacen una parada frente a la Virgen del Manantial, momento ideal para estirar las piernas, fumar un cigarro o recibir un poco del delgado aire. Dos soldados encienden velas y piden en silencio regresar a su unidad sin novedad. Algunos se toman fotografías y otros contemplan el paisaje.

El Regimiento Huamachuco ha tenido días ocupados y significativos. El jueves, seis de sus integrantes juraron a la bandera y ayer celebraron su 35° aniversario.

María José Sánchez Leiva es una de las tres mujeres que sirve en el Regimiento Reforzado Huamachuco. Delgada, serena y grácil, la subteniente Sánchez eligió los cañones M101-33, las temperaturas extremas y el aislamiento para convertirse en la única mujer dedicada a la artillería. El jueves, juró ante la bandera seguir firme en su decisión.

'Estaba muy nerviosa, porque en el juramento tienes que hablar sola delante de todos. Pero es emotivo, porque te comprometes con Dios, la bandera y el país', explicó la joven.

María José tomó un curso básico de artillería durante 6 meses, luego de graduarse en la Escuela Militar. 'Cuando salí, quise venir al norte. Podía elegir entre Putre y Arica, pero aprovechando que soy soltera y que no tengo hijos, puedo desarrollarme profesionalmente como yo quiero y seguir mi camino enfocada en lo que hago', dice resuelta.

La subteniente explica que lo más duro de la vida como soldado en el Huamachuco es el clima. Pero sobre la convivencia rodeada de varones, María José no se hace mayores problemas. 'Siendo tan pocas, no podemos pedir que toda la institución se adapte a nosotras. Yo voy de igual a igual con mis compañeros. Al principio me decían 'Pero María José, cómo vas a hacer eso', pero ya se acostumbraron. Yo me integré súper bien con ellos', asegura. Sin embargo, ni el sol abrasador del altiplano, ni los duros entrenamientos físicos han mermado un ápice su femineidad.

'¿Puedo elegir la foto?', pregunta luego de ser retratada. Una justa pizca de vanidad en medio de los M101-33 que la subteniente Sánchez conoce tan bien.

Pero la de María José no es la única historia que cuenta el Huamachuco.

En cuanto los buses llegan a destino, los pasajeros comienzan a bajar. Los militares van tomando sus puestos, mientras otros enseñan el baño a quienes recién vienen llegando.

'¡No podí estar tan grande!', dice José Berrios, saludando con un abrazo y una palabrota cariñosa a su hermano Sergio, a quién no ve desde diciembre del año pasado. Sandra, la madre de ambos, también se deja querer.

'Mi mamá vino en abril, pero yo no veo a mi hermano desde el año pasado. Y antes de eso pasó un año y medio sin que lo viera', cuenta Sergio, de 17 años, quien por primera vez está en Parinacota.

'Yo junté plata y pedí mis vacaciones. Mi mamá conoce un poco más, pero quiero que mi hermano conozca el norte, ojalá podamos ir hasta Antofagasta, para que puedan recorrer', dice José entusiasmado.

Además de viajar, con Sergio ya tienen todo muy bien pensado.

'También vamos a jugar play, por supuesto. Deberíamos hacer un torneo', dice el mayor de los Berríos.

La conversación rápidamente se monopoliza por los videojuegos. Ambos hermanos disfrutan de los juegos de guerra, comparten títulos y Sergio le cuenta a José que en Santiago aún tiene una vieja consola muy bien cuidada.

Luego de la ceremonia, José y Sergio no se separan de su mamá en ningún momento. La altura le juega una mala pasada a Sandra, pero pronto se recupera y no tarda en reírse con los comentarios de sus hijos.

'Nosotros bajamos ahora y José parte a Arica mañana', dice ansiosa. Apenas 24 horas la separan de pasar varios días con sus dos hijos.

'Hay que sacrificar varias cosas. De todos mis compañeros, sólo dos han podido ir al parto de sus hijos. A los demás les tocaba guardia o estaban en ejercicios. La familia se extraña mucho', cuenta José.

Durante la celebración del 35° aniversario del Regimiento Reforzado N°24 'Huamachuco', también se contaron otras historias. Se premió a los miembros que cumplieron 10 y 20 años de servicio, se reconoció la labor de los civiles que trabajan en el lugar y el regimiento desfiló, acompañado por la banda de la guarnición del Ejército.

Desfilaron hombres, mujeres, maquinarias e incluso, un San Bernardo que capturó la atención de niños y adultos.

Cañonazos y disparos fueron despojados de sus significados bélicos para pasar a ser una muestra de alegría. Desde el cerro Calvario, el sonido del cañón despertó más admiración que susto y el sonido de las armas provocó incluso risas y bromas.

De parte de los pobladores de Putre, se realizó un baile tradicional, el payachampe.

El 'Club de Amigos de la cueca' reunió todas sus fuerzas para un esquinazo folclórico a 3.450 metros sobre el nivel del mar, que los dejó cansados, pero contentos.

'Si se nos compara con los regimientos centenarios o que llevan 200 años de existencia, por supuesto que 35 años es muy poco tiempo, casi un abrir y cerrar de ojos', expresa el coronel Pedro Pascual.

'Pero el clima y el aislamiento hace que el Huamachuco sea especial. La relación con la comunidad es otra, acá hay una mística especial', dice el comandante.

Ya son más de las tres de la tarde. Los buses de color caqui se llenan poco a poco. Para muchos, la visita al Regimiento reforzado termina con tres horas en la carretera. Para los hombres y mujeres que hicieron del altiplano su hogar y su trabajo, la jornada nunca se termina. J