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Desfile reunió a toda la comunidad ariqueña

los 134 anos del asalto y toma fueron conmemorados con alegorías de la batalla más corta de la historia.

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Al pie del histórico peñon se realizó el desfile para conmemorar la batalla del 7 de Junio.

Alicia observa el desfile luciendo un impecable uniforme de cantinera. Tiene su correspondiente quepi, en los esperados tonos rojo y azul. El uniforme está completo, incluyendo un cuchillo y la cantimplora. Lo único que falta son las botas. Alicia tiene 3 meses, así que su madre, Romina, le puso escarpines de lana.

'Vamos a disfrazarla para todas las fiestas. El 21 de Mayo también le hicimos un traje. Yo le hago la ropa y su papá le fabrica los accesorios', cuenta radiante Romina. Alicia, en tanto, duerme tranquilamente.

La pequeña aguatera y su madre fueron tan sólo dos de las miles de personas que acudieron al pie del Morro para presenciar el desfile que conmemora la batalla de 55 minutos.

El desfile, en realidad, duró más del doble. Durante casi dos horas, cientos de agrupaciones, destacamentos, cuadrillas, representantes y voluntarios saludaron, a paso firme, a la bandera. El 7 de junio se ha transformado en un bastión del ariqueñismo.

Las 11 de la mañana y el himno nacional elevó sus primeras notas. El silencio en el público es notorio. Quienes no cantan, guardan silencio. En la calzada, los soldados cantan a una sola voz.

Mientras se entona la canción nacional, incluso los vendedores se detienen. Una vez finalizado, regresa el bullicio.

Entre el público se asoman algodones de dulce, globos, remolinos, paracaídas de juguete, paletas y quepis. Abundan los pequeños que, como Alicia, lucen sus ropajes de soldados de la guerra del pacífico, bomberos y generales. Se entregan condecoraciones y premios. La banda instrumental del ejército toca una fanfarria antes de cada premiación. El público, en tanto, sigue llegando.

Los uniformados de las distintas ramas se encuentran en posición de descanso, con los uniformes impecables y apenas sin moverse.

Un soldado sufre un desvanecimiento. En menos de dos minutos es retirado de la fila y reemplazado por un compañero. Los uniformados no rompen la formación y frente a la pérgola donde se encuentran las autoridades, el ambiente es de solemnidad.

Un esquinazo de cueca da el inicio, como corresponde, del desfile. La magia de la cueca, que al comenzar despierta un irrefrenable deseo de aplaudir la melodía, hace su entrada.

En el palco de las autoridades, el intendente Emilio Rodríguez y el comandante en Jefe del Ejército, Humberto Oviedo y el subsecretario de las Fuerzas Armadas, Gabriel Gaspar, entre otros, aceptan el cacho de chicha.

Es el momento de comenzar el desfile y uniformados del Ejército, la Armada, Carabineros y Gendarmería pasan ordenadamente.

Cada cierto tiempo se escuchas voces de niños pequeños que se empecinan en llamar a sus papás, hermanos o primos. Familiares y amigos les toman fotos, pero siguiendo el estricto protocolo, quienes visten uniforme mantienen la vista fija.

La delegación de Gendarmería desfila con algunos labradores y rottweilers y los niños exclaman sorprendidos. También desfilaron canes sin dueño, bastión ni raza.

Junto a la delegación del Huamachuco un san bernardo, con barril al cuello y todo, hace su aparición. '¿Es de verdad?', se oye preguntar a una niñita en el alboroto. Si bien es el turno de los uniformados, los animales se roban la película.

Luego es el turno de las siete compañías de Bomberos de la ciudad. Cada una utilizando sus colores característicos, sacan aplausos espontáneos del público.

Algunos desfilan con sus trajes de gala, de pantalón y chaqueta. Otros, en tanto, se cuadraron utilizando el traje con el que salvan vidas. Esta vez es un bombero de unos tres años, ataviado con el uniforme, el que llama la atención.

La Defensa Civil hace su entrada, ataviada con todos los implementos necesarios para sus labores de rescate y apoyo. De vez en cuando, un soldado de juguete, atado a un minúsculo paracaídas de plástico, amenaza con caer en la calle debido al fuerte viento, pero siempre regresa a los asistentes.

El coronel Cristián Bolívar, quien realizó la locución del desfile, despide a la Banda de la Guarnición del Ejército y anuncia la llegada del Orfeón Municipal, dirigida por Tito Watson.

El orfeón da la nota para que comiencen a desfilar las 'Fuerzas vivas' de la ciudad, civiles de diversas agrupaciones que también quisieron presentarse en el aniversario que celebra 134 años de la Toma del Morro de Arica.

Funcionarios municipales, guiados por el alcalde Salvador Urrutia, desfilaron al ritmo señalado, portando una enorme bandera de la ciudad.

Pese a que las llamadas 'Fuerzas Vivas' de la ciudad dieron lo mejor de sí, lo cierto es que no siempre lograron destacar por su coordinación. Pero al público poco le importó.

El insistente grito de un niño al ver desfilar a los miembros de la juvenil del club deportivo San Marcos, llamó la atención de uno de ellos, quien no dudó en saludar abiertamente.

Lo mismo ocurrió con las agrupaciones de adultos mayores, quienes sin reparo posaron en medio del desfile para los amigos y familiares que así lo pedían.

Los grupos de motoqueros fueron otro atractivo. Acelerar a fondo, aunque sin partir, fue el saludo que realizaron ante la bandera y el histórico peñón. Ataviados con chaquetas de cuero y mezclilla, tampoco se complicaron al momento de posar para las cámaras.

Los grupos de afrodescendientes utilizaron su propia música para avanzar, y agrupaciones indígenas desfilaron con la Huipala como protagonista. Los huasos desfilaron casi bailando, con unos 50 jinetes a caballo. Uno de ellos iba de pie sobre el animal, entre murmullos de admiración.

Quienes tuvieron que desfilar luego de los equinos debieron extremar las medidas al momento de avanzar, pues los corceles dejaron recuerdos poco gratos en el piso.

Ya habían transcurrido más de dos horas de iniciado el desfile, pero los asistentes que se marchaban eran rápidamente reemplazados por nuevos, o simplemente por algunos que esperaban un mejor lugar para presenciar el espectáculo.

Mientras las 'Fuerzas Vivas' seguían avanzando, el protocolo comenzaba a perder su lugar. Algunos de los que habían desfilado primero volvían ahora como público. Otros quisieron llevar a hijos o nietos a con ellos.

El viento corría fuerte al pie del Morro. La bandera flameaba en su lugar. Las delegaciones no siempre mantenían el paso y las filas se torcían cada tanto.

Pero el desfile, que comenzó con toda la solemnidad y el orden requerido, se convirtió poco a poco en una colorida fiesta.

Después de todo, enclavada entre la costa y el desierto, teniendo valles y ríos por los que no siempre corre agua, rodeada de palmeras pero siendo seca, Arica necesita de todos sus hijos. J