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Carolina Soto: la única mujer en la historia de la Banda Instrumental del Ejército

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U na vez, cuando iba en kinder, vio una banda de guerra. Esa imagen quedó grabada para siempre en la mente de la cabo Carolina Soto Pastene, de 24 años, clarinete y la primera mujer en la historia de la Banda Instrumental de la Guarnición Ejército Arica.

Pero llegar a esto no fue fácil. Fue rechazada en dos oportunidades en las postulaciones que realizó para ingresar al Ejército. A pesar de esto, ella siempre supo que tenía que cumplir el sueño que anheló desde pequeña: formar parte de una banda militar de verdad.

La joven músico ingresó en Segundo Básico a la banda de guerra del Complejo Educacional Maipú. Ahí tocaba la caja, luego el pito y, por último, el tambor mayor.

Su enseñanza básica transcurrió entre marchas e himnos y una incipiente formación militar. En la enseñanza media quiso matricularse en el Instituto Premilitar Luis Cruz Martínez y lo logró. Se inscribió en el taller instrumental y comenzó su romance con el clarinete: instrumento con el cual se sintió cómoda y le gustó.

'El instituto quedaba en Talagante, a una hora de Maipú (donde vivía). Todos los días después de almuerzo comenzaba el taller de música. Llegaba a mi casa como a las 8 de la noche, pero me gustaban esas clases. Aprendí mucho', recuerda sobre su exhaustiva educación musical.

Tras graduarse de Cuarto Medio, postuló por primera vez a la Escuela de Suboficiales del Ejército. Se preparó física y sicológicamente para superar las pruebas que debía rendir.

A pesar de su esfuerzo y esperanzas fue rechazada. 'Nunca supe por qué no quedé. La gente me daba ánimo, me decían que nadie quedaba en la primera postulación, que no estuviera triste. Además, son muy pocas mujeres las que son seleccionadas. De mil quedan cien', asegura la clarinete.

Después de este episodio, se inscribió para realizar el Servicio Militar. Fueron dos años de dura instrucción en la compañía femenina del Regimiento de Policía Militar en Santiago.

El 'aporreo' consistía en una serie de ejercicios como punta y codo, flexiones de piernas, abdominales, tiburones y todo el entrenamiento físico que se conozca. Se levantaba a las 6 de la mañana y a las 9 ya estaba en el segundo sueño.

Las instructoras mujeres no tenían condescendencia y les exigían lo mismo que se les pide a los hombres. En ese severo ambiente, Carolina se sintió más segura que nunca de que eso era lo de ella.

'El servicio me sirvió para darme cuenta que deseaba y me sentía preparada para ser militar. Me motive más y decidí postular por segunda vez', cuenta.

Esta vez fueron las matemáticas las que le jugaron una mala pasada. Pasó todas las pruebas sicológicas, físicas y médicas, pero los números le jugaron en contra. No lo podía creer. 'Tanto esfuerzo para nada', pensó y en esta oportunidad sí se sintió desilusionada.

Comenzó a trabajar de guardia en el Hospital Militar y aún daba vueltas en su cabeza la idea de postular al Ejército.

'Conversaba con militares y me contaban muchos casos de personas que postulaban varias veces y al final quedaban. Así que probé de nuevo'.

La tercera fue la vencida y esta vez sí fue aceptada. Cuando vio su nombre en la lista se emocionó y le contó a todo el mundo que por fin lo había logrado. Entró el 2011 y, ya de militar, se ofreció como voluntaria cuando preguntaron quien quería venirse a Arica. Fue la única que levanto la mano.

'No conocía nada del norte. Pero cuando dijeron eso pensé que no tenía nada que perder, además creo que ya era hora de independizarme. Tenía una amiga acá así que dije ¿por qué no?'.

Cuando llegó a Arica formó parte de inmediato de la Banda Instrumental de la Guarnición Ejército Arica. Fue la primera mujer en integrar estas filas, que habían sido, hasta su llegada, un territorio exclusivo de hombres.

Cuando supieron que llegaba una mujer, sus compañeros de banda se pusieron nerviosos.

'El jefe estaba complicado, porque no sabían cómo lo iban a hacer conmigo. Les dijo a los demás que había que moderar el vocabulario y las tallas típicas de los hombres. Tampoco tenía un baño así que me construyeron uno sólo para mí. Ahora tampoco se pueden pasear en toalla', cuenta riendo.

Algunas de las anécdotas que pasa la cabo es cuando van a tocar a algún lado y sus compañeros se cambian la ropa de combate a la de salida. Ella debe bajar y subir del bus en varias oportunidades esperando que se cambien.

'Dicen cuidado está la Soto y se tapan. Ellos me protegen harto, además soy la más joven de la banda, la pasamos muy bien y formamos un buen equipo', dice la única mujer entre 23 hombres.

Junto a la banda ha ido a tocar a distintos regimientos, colegios y hasta a los albergues de los afectados por el terremoto.

Una de las bondades que más aprovecha de la ciudad es salir a trotar por la playa al amanecer. Se levanta a las 6 de la mañana a sentir el aire marino y a ejercitarse.

'Después de trotar me siento lista para comenzar un buen día. Me gusta Arica, porque acá se vive una tranquilidad que no se da en Santiago'.

Carolina se siente feliz y no tiene planes de irse de la ciudad por el momento.

La joven sabe que el lugar que ocupa en la banda es un paso importante para abrir las puertas a futuras mujeres músicos que deseen formar parte de la agrupación.

Actualmente, son muy pocas las mujeres que integran las bandas del Ejército y la mayoría están en Santiago. Por eso fue tan poco común su llegada a Arica.

'Muchas niñas se ven reflejadas en mí y me dicen que quieren ser músicos también. Sé que lo que estoy haciendo es un pequeño camino de esperanza para todas las mujeres que quieren ser músicos militares. Ahora sí hay mujeres', finaliza orgullosa. J